14 jun. 2025

Perseverancia en la oración

No nos preocupe si algunas veces, ¡o siempre!, no tenemos un especial sentimiento en la oración. La Iglesia nos enseña que: «Para quien se empeña seriamente en hacer oración, vendrán tiempos en los que le parecerá vagar en un desierto y, a pesar de todos sus esfuerzos, no sentir nada de Dios. Debe saber que estas pruebas no se le ahorran a ninguno que tome en serio la oración (...). En esos periodos, debe esforzarse firmemente por mantener la oración, que aunque podrá darle la impresión de una cierta artificiosidad se trata en realidad de algo completamente diverso: es precisamente entonces cuando la oración constituye una expresión de su fidelidad a Dios, en presencia del cual quiere permanecer incluso a pesar de no ser recompensado por ninguna consolación subjetiva». Muchos días en los que, con lucha por estar con el Señor, nos había parecido quizá que pasaba el tiempo sin sacar fruto, delante de Él resultó ser una oración espléndida. El Señor nos recompensa siempre con su paz y sus fuerzas para pelear todas las batallas que tengamos por delante. No dejemos nunca la oración. «No me parece otra cosa perder el camino -escribe Santa Teresa de Jesús, con su habitual claridad- sino dejar la oración.» En no pocas ocasiones, puede ser la tentación más grave que sufra un alma que un día decidió seguir a Cristo de cerca: abandonar ese diálogo diario con Dios porque cree que no saca fruto, porque considera más importantes otras cosas. No existe tiempo mejor ganado que aquel que hemos «perdido» junto al Señor.<br>