20 jun. 2025

Pérdida de autoridad

Por Benjamín Fernández Bogado - flibre@highway.com.py

La causa fundamental de la crisis política paraguaya es que el político en general ha perdido autoridad, entendiendo esta palabra en su sentido original latino de augeo, que entre otras cosas significa: hacer crecer. Y los hechos lo confirman: el país no crece como debiera desde hace 23 años. Los cinco últimos de Stroessner y los 18 de la transición. Y al no crecer se debería plantear el debate de la crisis de autoridad que rodea el ejercicio de la política. En los lugares donde la autoridad con su compromiso y actitud encarnó el sentido original del término hubo crecimiento. Un ejemplo: Villarrica, donde el intendente ha logrado desarrollo y crecimiento por encima de la media nacional. Pasa algo igual en municipios, como La Paz en Itapúa o en ciertas áreas de presencia menonita, donde la autoridad se ejerció en el sentido cabal de su significado.

A nivel nacional es claro el déficit. El presidente de la República debe conjugar ese verbo latino augeo, y producir condiciones para que el desarrollo interior y la autoestima, entre otras cosas, permitan al paraguayo recobrar la capacidad de indignación, volcar sus energías creativas para buscar opciones de salida a la larga crisis que padece el país. Tener autoridad implica educar con el ejemplo. Poco pueden hacer los ministros o directores cuando quien los eligió proyecta diariamente los valores opuestos al crecimiento que requiere la sociedad. En estas condiciones, los de abajo reproducen los mismos vicios que desde la cabeza se proyecta hacia todo el cuerpo gubernativo. El caso de las semillas de algodón, el vaso de leche, las galletas de oro... no son más que consecuencia de una gestión que desde arriba buscaba otros propósitos y los de abajo interpretaron que quien debía tener autoridad no lo ejercía y solo lo disimula con gritos o desplantes sin ningún valor ejecutivo.

Saber escuchar, rodearse de los mejores, actuar planificadamente, consolidar con el ejemplo lo que se proclama en el discurso, son solo algunas de las formas de expresión de esa autoridad que se reclama. Ella no es el uniforme ni el título, ella en verdad es el ejercicio desde el cargo de una actitud donde la eficacia de la gestión se compadezca con una conducta que no admita dudas en torno a los objetivos que se procura. Hay que abandonar la postura cínica, donde el encargado de controlar, administrar y cuidar de los bienes de la República se “asusta” de la propia corrupción interna, donde evidentemente su autoridad no existe o no se manifiesta. El líder político debe abandonar la autocompasión que busca una falsa complicidad social con lo que cree tapar su propia incompetencia y corrupción. En países como Japón, por ejemplo, la vergüenza del fracaso es asumida con todos sus costos sumando a la renuncia del cargo, incluso formas más drásticas de sanción interna como el haraquiri. Una de las claves del crecimiento coreano de los últimos años ha sido haber visto a sus presidentes, ministros o empresarios presos, lo que hizo recobrar la autoridad que hace crecer y desarrollar un país, y lo hicieron porque la corrupción sin castigo es el peor lastre para el desarrollo, la inversión y el crecimiento. El Paraguay no logrará atraer los capitales internos mientras la autoridad no reúna estas condiciones. No podemos buscar hacia fuera lo que no nos merecemos hacia adentro. No se le puede exigir a España lo que no cumplimos como país y encima enojarnos, como si esa rabieta simplona fuera suficiente para cubrir incompetencia o incapacidad. No hemos sido capaces de nombrar un embajador como la gente y además nos indignamos por el trato que reciben los compatriotas al entrar a Madrid sin preguntarnos qué hicimos para evitar que salieran de Asunción. Hay que recobrar autoridad y por ese camino estará el progreso y el desarrollo. El resto es autoritarismo o autocracia, y eso ya sabemos a donde nos lleva y, especialmente, qué tipo de dirigentes produce y nos deja como lastre.