20 abr. 2024

Paraguay tendrá que jugarse su futuro con una nueva educación

El Paraguay necesita con urgencia revisar a profundidad la educación que se imparte en todos los niveles, para estructurar luego un nuevo sistema que responda a las necesidades del presente y proyectarse al futuro con esperanza. Solo de ese modo se podrá avanzar a pasos firmes y salir de la alarmante desigualdad que afecta hoy al país. La nueva educación tendrá que ser de calidad y equidad, incorporando los avances de la tecnología, apuntando a los requerimientos laborales actuales, proporcionando contenidos como herramientas críticas para abordar la realidad en democracia y contando, sobre todo, con docentes capaces, comprometidos y dispuestos a sumarse con pasión a un desafío de cambio en el país.

Si se tomara como referencia la situación actual harto conocida de la educación, parecería imposible una reforma de la reforma educativa que arribe a buen puerto en un plazo razonable.

Hay que mirar, sin embargo, los ejemplos paradigmáticos de países como Corea del Sur, Finlandia y Singapur, que hasta hace poco tiempo se encontraban con el mismo panorama desolador y, sin embargo, enfrentaron y superaron sus limitaciones para ser hoy verdaderos ejemplos de extraordinaria superación en el mundo.

Si ellos pudieron, también el Paraguay puede ser capaz de llevar adelante un emprendimiento que incluya a toda la sociedad, cuyo resultado será el desarrollo compartido por todos en un modelo mucho más equitativo que el que existe en el presente.

El desafío principal es para la clase política, a punto de iniciar un nuevo periodo de gobierno, pero también para el resto de la sociedad civil. Es una tarea que el Ministerio de Educación y Ciencias (MEC), responsable de las políticas públicas del sector, tendrá que liderar, contando con la participación de los diversos estamentos de la población.

Establecer el fin de la educación paraguaya en una nueva era permitirá elaborar sus grandes objetivos. Tendrá que tener como parámetro de partida la calidad y la equidad. Debe apuntar al desarrollo integral de un país democrático, inclusivo, justo y solidario, a través de una educación pública y privada en la que no haya esa distancia abismal que en algunos casos existe entre una y otra hoy en día.

El Paraguay necesita cada vez más de una nueva propuesta educativa que proporcione a niños y jóvenes los conocimientos teóricos y empíricos adecuados para vivir en una sociedad cada vez más competitiva, respetando las normas y a sus semejantes. Esta tendrá que ser una de las principales aspiraciones a satisfacer en este periodo.

La buena formación de los maestros será, sin dudas, un tema crucial en el que habrá que poner el mayor empeño y buena voluntad de todas las partes involucradas. Sin resolver este espinoso capítulo, aun cuando en los papeles los planes y programas sean excelentes, no se podrá ir muy lejos. Las letras serán asfixiadas por la incapacidad de ejecución.

Para superar lo que a simple vista pueden presentarse como escollos insalvables, es necesario que la educación se vuelva una conciencia y una pasión que involucre a todos los paraguayos.

Las autoridades y la propia sociedad civil tendrán que unirse en una complicada pero posible ingeniería de articulación, en pos de uno de los mayores desafíos que el Paraguay tiene hoy.

En este campo se juega su futuro inmediato.

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