14 feb. 2025

Para el guaraní es ineludible incorporar nuevos vocablos

Una lengua es un instrumento de comunicación entre seres humanos. Es eficaz para una sociedad si logra expresar la totalidad de lo que se necesita nombrar en la convivencia cotidiana. Desde esta perspectiva, el idioma guaraní –que es oficial, a la par del español según la Constitución de 1992– se encuentra ante el gran desafío de incorporar de otros códigos lingüísticos vocablos que permitan mencionar las nuevas realidades del mundo contemporáneo y contar, por lo tanto, con aquellas letras que permitan escribir las palabras que se suman a su vocabulario. Si se quedara estancado en sus signos tradicionales no podría reflejar el tiempo que vivimos y, de a poco, irá muriendo inexorablemente.

Con la dialéctica del planeta globalizado que se caracteriza sobre todo por la incorporación de la tecnología a los diversos ámbitos del quehacer humano, es imposible mantener una lengua pura, incontaminada, que no requiera préstamos de otras lenguas para poder expresar las múltiples realidades del presente.

Para no recurrir a ejemplos de idiomas ajenos a nuestra experiencia verbal, baste mirar al castellano.

La Real Academia de la Lengua Española (RAE), durante siglos, se mantuvo como una isla relativamente ajena a los fenómenos lingüísticos de las numerosas naciones de hispanoparlantes. Desconocía, por lo tanto, voces de uso frecuente y generalizado en varios países americanos.

Actualmente, la RAE muestra una actitud radicalmente diferente incorporando con desacostumbrada celeridad términos provenientes del inglés o de otras lenguas. Ese mismo gesto se observa con respecto a los regionalismos. De ese modo responde a la realidad de los hablantes, que son en definitiva los que marcan las normas aunque no tengan reconocimiento oficial.

En nuestro país, de manera más o menos explícita, en el uso del guaraní se observan dos tendencias: una que pretende mantener un guaraní en estado casi puro usando vocablos antiguos o neologismos comprendidos solo por unos pocos, y otra, abierta a una lengua dinámica que, en lo estrictamente necesario, no se acompleje por incorporar de otros idiomas cuando sea estrictamente necesario aquellos vocablos inexistentes en su léxico.

Esa incorporación de nuevos términos trae consigo la necesidad de ampliar el abecedario utilizado en la escritura del guaraní.

Por eso es loable que la Academia de la Lengua Guaraní (ALG) haya aceptado que al alfabeto de 33 letras se le agregaran tres nuevos signos para representar los sonidos provenientes de otras lenguas.

Los académicos deben entender, sin embargo, que ese avance queda corto porque todavía sobran sonidos de préstamos que carecen de representación para ser escritos en guaraní.

Un principio de hierro es que el verdadero dueño del habla es el hablante. Si a él le sirve una expresión para comunicarse con su semejante, nada le importará lo que digan los lingüistas.

A partir de esa realidad, la ALG tiene la obligación de establecer normas de uso correcto del guaraní sin abrir un grifo incontenible a los neologismos, pero sin cerrarse tampoco a una innegable realidad.