Por Hugo Rubín (*)
Para marcar territorio, como gato que orina en el sofá, Duarte Frutos comenzó el año violando la Constitución. Sus sabios asesores y la complaciente Justicia entendieron que podía postularse como presidente de la ANR, ganar, presidir una sesión y ceder temporalmente el mando, supuestamente sin jurar o ejercer el cargo.
Poco después se organizó una enorme marcha de repudio, donde destacó la figura del monseñor Fernando Lugo. Se plantearon exigencias sin mencionar consecuencias por el incumplimiento, hubo esperanza de unidad opositora, pero a los pocos días empezaron los enfrentamientos y la masa quedó abandonada a su suerte. Nicanor cumplió parcialmente un par de puntos y a cuentagotas.
Diputados liberales volvieron a venderse y permitieron a los colorados conservar el control de la mesa directiva. En el Senado algunos de los que se habían entregado cambiaron de idea, quién sabe a cambio de qué. A partir de allí comenzaron los bloqueos a los proyectos, la falta de quórum y los escándalos habituales, que incluyen vehículos destartalados o utilizados para fines particulares, autoasignaciones, repartija de pensiones graciables y otras joyas bananeras.
Como era de esperarse, no hubo acuerdo para una alianza electoral opositora en Asunción, sí en algunos puntos del interior, casi en su mayoría irrelevantes. Prácticamente todos los municipios se encontraron saqueados, destruidos, sin fondos, con muchos más funcionarios voraces de los habituales. Todo culpa de El Niño.
Hubo condenas ejemplares en casos de secuestro e irrisorias en los de desastres financieros. Los últimos meses trajeron manifestaciones violentas y represión policial irracional y descontrolada. Gente se crucificó, cosió la boca, hizo dudosas huelgas de hambre; algunos cerraron el paso en importantes vías públicas, atacaron a congresistas, destrozaron propiedad privada. Demostraron que ya no agacharán la cabeza, tengan o no razón.
Las figuras destacadas del año incluyen al “Maño”, designado por acuerdo unánime como chivo expiatorio del fracaso mundialista; el fiscal Giuzzio, inusualmente trabajador y honesto; Juan Carlos Galaverna, insultado, despreciado, pero jamás vencido; y el propio NDF, un paso por delante de todos, idolatrado por sus camaradas, hasta que huelan el fin de su poder.
El número 1 es Fernando Lugo, en la mira de algunos, en boca de muchos. Recibiendo espacio y prensa, publicidad solo comparable a la que tuvo en su momento Lino Oviedo. Ojalá no se convierta en lo que él pretendía ni termine en lo que logró.
(*) Periodista de Radio Ñandutí.