14 feb. 2025

OPINIÓN PÚBLICA

Infiltrados
El ministro del Interior, Rogelio Benítez, cuestionó el lunes que muchas de las personas que salieron a la calle a expresar su indignación por la tibia condena contra los responsables del incendio que asesinó a 380 personas, no eran víctimas ni afectados directos, sí familiares de las víctimas del incendio en el supermercado Ycuá Bolaños. Según el ministro, eran infiltrados.
Por su parte, el comisario Santiago Velazco aseguraba que la calma había vuelto gracias a la Policía y que los manifestantes no eran víctimas sino “infiltrados”. Imagínate entonces unos secuestradores, o mejor unos pobretones cualquiera, criminales todos y cuyos derechos a nadie puede importar, total… los malos deben morir, es parte del final feliz, como en las mejores películas americanas.
En consonancia con el vocero policial y el ministro del Interior, Juan Pío Paiva decía que Liz Torres, una sobreviviente del incendio, era una agitadora profesional, izquierdista (¡), que recibía plata del exterior. Tantos años de dictadura quitan la creatividad. Y además esa costumbre insana de pretender descalificar con la palabra comunista, izquierdista o infiltrada a las personas que participan, defienden una causa justa o se solidarizan con ella.
Entre esa gente y yo hay algo personal diría Serrat. Todavía hoy no consigo creer ni aceptar la brutalidad con la que un ser humano pudo mandar cerrar las puertas de su negocio (¡con las mercaderías aseguradas!) en medio de un incendio, mientras medio mundo movía cielo y tierra para abrir las puertas. Jamás imaginé ni puedo imaginar una situación más dantesca, montones de cuerpos como maniquíes rotos, quemados, silenciados, distribuidos en una cancha, como un campo de concentración.
No puedo olvidar, por ejemplo, la imagen de una mujer llorando sobre unos trozos indescriptibles de algo que ella llamaba su hijo, y yo me preguntaba ¿cómo puede estar segura?... Esa noche del 1-A me sigue pareciendo una pesadilla, con otra amiga buscaba el cuerpo de Soledad, la hija de Carolina, mi compañera y amiga, que también había muerto, “muerto” una palabra que no se puede asociar a ella.
También pienso en el dolor de Óscar, mi amigo del alma, cuya hermana con su esposo, sus dos hijos y su cuñada desaparecieron de un día a otro. Los restos de su hermana Angélica (37 años) aparecieron 5 días después, los de su esposo Gustavo (38 años) y su hija Mara (6 años) 11 meses más tarde, los de la tía Vicky (28 años) aparecieron recién en julio de este año.
Los restos de Titito (9) no aparecieron hasta hoy, él es uno de las 9 personas desaparecidas a más de dos años de la tragedia. Desde ese 1 de agosto la casa quedó vacía, con el dibujo de Mara pegado en la heladera: la casa vacía, unas nubes y la perra Mayca sola, quien también murió de tristeza unos meses después.
Mi hermanazo Alfredo sobrevivió al incendio, dicen que es mi cuñado, pero yo lo adopté como mi hermano mayor. A pesar de las cicatrices en sus manos y piernas, la palabra víctima es algo que tampoco se puede asociar a él. Alfredo y su esposa Liz (y mi hermanaza) se salvaron, lograron sacarles haciendo boquetes en la pared. Hoy uno de los acusados y dueños del Ycuá Bolaños le llamó a Liz agitadora profesional. El otro quiso culpar a Dios desde el principio. Todo vale menos la justicia.
No puedo siquiera suponer el dolor de don Prado, un viejito de Trinidad alto y fuerte como un lapacho, quien perdió a su hija Karina, y se la fueron entregando en pedazos, no resistió y murió también unos seis meses después. El dolor mata. En verdad no se puede contar todo lo que pasó, no alcanzan los días del año para casi 400 muertes.
Felipe Palacios cuando presentó su libro “Marcados para siempre”, le dijo a Luis –que estaba con nuestra hija Letizia de 3 años– yo antes tenía una hijita como la tuya y otras más grandes, pero ahora ya no tengo familia. Su cuerpo tiene marcas incurables, pero poco le importa si nadie puede devolverle sus hijas.
Yo estuve afuera, a mi no me pasó nada, ni un rasguño, tengo a mi hijita conmigo, yo no fui una víctima de ese fuego, pero tampoco estoy completa desde entonces. Y otras personas como yo también se sintieron tocadas, infiltradas… Pasaron dos años y cuatro meses de ese 1-A y ayer (por el martes) Asunción se encendió y dolió de nuevo, aunque no hubo una sola muerte. Y eso sí importa y mucho. No quiero un sistema violento, donde prime la ley del más fuerte, no quiero golpes de Estado ni guerreros mesiánicos ni pena de muerte ni torturas, no quiero nada de eso, solo quiero igualdad y justicia sin privilegios para nadie.
Moli Molinas Cabrera

Ansia de desgobierno
Señor director general:
Aunque nadie pidió mi opinión respecto a la enmienda de la Constitución, me gustaría opinar sobre el tema y, si le parece oportuno, me agradaría verla publicada en ÚH que en varias oportunidades me cedió gentilmente espacio en sus páginas.
Pareciera que el presidente (con permiso) del Partido Colorado, en ejercicio de la presidencia de la República, es más astuto de lo que se piensa para obtener lo que quiere aunque tenga que alzarse contra todas las leyes del país que juró respetar.
Aquí no se trata de que si la vía para la reelección de don Nicanor es la enmienda o la reforma de la Constitución, sino de que él quiere seguir desgobernando el país por otros cinco años para satisfacción de sus asociados en todos los latrocinios perpetrados contra las arcas públicas.
El asunto radica esencialmente en el mecanismo que se ha de emplear para conseguir los votos de diputados y senadores para violar la Constitución, y posteriormente el de los miembros de la Corte Suprema para confirmar la violación.
El oficialismo asegura que cuenta con el número de votos en ambas cámaras –del Congreso– para impulsar el referéndum, incluso alardear públicamente de que comprará los que eventualmente pudieran faltarle. La oposición sostiene que está sólidamente determinada a impedir el desatino con su mayoría insobornable en el Senado.
La terrorífica situación del Paraguay que todos los días nos pinta la prensa oral, escrita y televisiva, está más cerca de que en cualquier momento, el pueblo querrá hacerse justicia por mano propia y los faroles del alumbrado público servirán para algo más que iluminar las calles de la ciudad.
Que me perdonen los sesudos hermeneutas de la Constitución, el práctico presidente Nicanor se burla de sus dictámenes y al desatar una guerra de neuronas entre ellos, él sigue haciendo lo que le viene en gana, total, el pueblo que se joda.
Atentamente,
Alberto Varesini Closa
C.I. Nº 68.106

Dos lobos, una oveja
La tergiversación y la distorsión de ideas, valores y la realidad han sido siempre la principal arma de los defensores de la fracasada ideología colectivista. El comentario del señor Lesme, en respuesta al artículo de Hugo Rubin del domingo 3, es una prueba de ello.
El señor Lesme distorsiona todos los puntos de la propuesta de Ayn Rand, la autora de “La rebelión de Atlas”. Quizás ni siquiera conoce la obra de esta autora, y para responder a Hugo Rubin hizo un simple “Google”... o quizás trata deliberadamente de distorsionar la realidad y la visión de la autora.
Lesme comienza calificando las obras de Rand como “novelones de literatura popular”. Supongo que obras literarias inmortales, en el léxico de Lesme, deben ser los desvaríos mentales de Eduardo Galeano, con sus venas abiertas y sus neuronas en huelga. Una investigación de la biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, en los 80, reveló que “La rebelión de Atlas”, de Ayn Rand, es el segundo libro más leído en la historia americana, después de la Biblia. Según el criterio de Lesme, la Biblia ocuparía entonces el primer lugar entre los “novelones populistas”.
Lesme pasa luego a distorsionar el núcleo de las ideas visionarias de Ayn Rand. Acusa de rechazar la moralidad, cuando lo que la Rand hace es poner bajo la lupa la moral del código colectivista, desmenuzarlo, y demostrar por qué es un código perverso, contrario al ser humano, y carente de toda ética y moral verdaderas. Rand no rechaza la moral: la redefine coherente con la naturaleza del ser humano. Por supuesto que esto molesta a los colectivistas. Los deja al desnudo, revelando la pequeñez de su “código” y la perversidad de sus fines, y resultados.
Lesme también ataca la propuesta de relacionamiento libre entre personas que hace Rand en sus obras, y en su filosofía. Distorsiona la idea central de la autora, diciendo que “el hombre no tiene nada que ver con los demás”. Esa es otra falacia. La Rand lo que hace es destrozar el modo de relacionamiento entre personas que deriva del colectivismo, y lo redefine, como hace con el código moral. Lo que espanta a los colectivistas; ellos son los “intermediarios” en nuestras relaciones, y la filosofía de Rand amenaza el lucrativo negocio de la intermediación... si los hombres se relacionaran de manera libre, voluntaria, y sin que nadie los obligue a nada, los “intermediarios”, bien llamados saqueadores por la Rand, tendrían que ganarse el sustento con su propio trabajo. ¿Verdad, Lesme?
Las palabras de Lesme me recuerdan a las funciones del protagonista de “1984", la novela de George Orwell. En esa obra, el protagonista es uno de los miles de encargados de “reescribir la historia”, según las conveniencias de un estado totalitario, omnipresente, chupasangres. Si no estuviera en el año 2006, sentiría la tentación de creer que de alguna manera mágica, alguien me trasladó a 1984, y Lesme es uno de los “re-escritores” de la realidad.
Pero no es el año 1984, ni estamos dentro del libro. La postura de Lesme lastimosamente coarta la oportunidad de que muchos paraguayos conozcan la obra de Ayn Rand y –luego de leerla–, abran los ojos ante lo que está pasando a su alrededor. Leyendo a Ayn Rand, quizás, solo quizás, algunos entiendan el código moral perverso al que están sometidos, y puedan actuar en consecuencia.
Al final, quizás en algo Lesme tenía razón. La democracia, así como la entienden los colectivistas, es poner a elegir a dos lobos y una oveja sobre qué comerán. Solo que Lesme olvidó, distraídamente, aclarar quiénes son los lobos.
Ricardo Jahns
CIP 1005436