19 jun. 2025

OPINIÓN PÚBLICA

¡Por fin un artículo en defensa de la vida!
¡Por fin alguien valiente como para expresar sus ideas y convicciones sin temor, aunque ellas naveguen contra la corriente! Me refiero al artículo firmado por Claudia Riera, publicado en la edición del sábado 21 de abril 2007, bajo el título: “Yo no apoyo leyes que matan”. Es que estamos acostumbrados a leer y a escuchar casi todos los días a los que aplauden festivamente toda iniciativa que implique la adopción de normas y prácticas de otras latitudes, aun cuando ellas choquen frontalmente contra nuestra cultura, nuestras más arraigadas costumbres y nuestros valores más preciados. Al parecer los medios de comunicación masivos están llenos de personas que desprecian lo nuestro, que valoran más lo que viene de afuera, con tal que traigan el sello de lo novedoso, y mucho mejor si vienen en alas de los vientos del relativismo moral y filosófico. Se los recibe con los brazos abiertos.
Pero hablar o escribir en contra del aborto, del libertinaje sexual que empapa nuestra sociedad erotizada hasta el límite de lo intolerable ya, hasta caer al grado de lo inexcusablemente grosero, como se ha caído en el tan promocionado programa de baile con una alta carga erótica, rayana a la pornografía, absolutamente innecesaria en una sociedad que, a pasos acelerados, va perdiendo sus últimas reservas morales. Hemos llegado tan lejos que defender los valores tradicionales de nuestra sociedad, los principios del cristianismo que han regido nuestras vidas por generaciones, resulta hoy un compromiso reservado casi exclusivamente a una selecta minoría de “fanáticos fundamentalistas”, tal como les gusta endilgarnos los profetas del fundamentalismo relativista. Nunca he escuchado a un presentador televisivo, un locutor radial, etc., defendiendo la institución del matrimonio, pero sí el derecho de convivir sin necesidad del compromiso matrimonial, alabando la libertad de los jóvenes de practicar relaciones íntimas prematrimoniales, la distribución masiva e irresponsable de anticonceptivos a los adolescentes, en fin, el derecho de hacer lo que le plazca a uno con su sexualidad. ¿Y los valores? ¿Y los principios? ¿Y lo que nos enseñaron nuestros padres y abuelos? ¿Y las enseñanzas de nuestra fe cristiana? ¿O es que queremos negar también nuestra propia identidad de país con profundas raíces cristianas, como lo hace la Europa postmoderna y primermundista?
La interrupción forzada y premeditada del embarazo será siempre un acto inaceptable para todos los que valoran y respetan la vida humana, como también el sexo fuera del matrimonio o la práctica de la homosexualidad dentro de una cosmovisión cristiana de la sociedad. Pero los que defienden estos valores no abundan en los medios de comunicación. Por eso mi alegría al leer el artículo señalado al principio, que viene a ser como un oasis en medio de un verdadero páramo moral que caracteriza a la prensa de la postmodernidad. Mis felicitaciones y deseos de larga vida para Claudia, y que su ejemplo cunda, para bien de la humanidad toda.
Jorge Arévalos
Pastor C.I. 365.045

Contra el proyecto Filizzola
No sé él (el doctor Carlos Filizzola), pero yo sí soy paraguaya, de las de siempre, ya de la época de los López tengo antepasados en mi tierra. Este señor senador, médico por más datos, parece que tiene una cierta inclinación por importar no precisamente lo mejor del Norte. De verdad le diría que no tengo problema en importar tecnología, pero nunca jamás como paraguaya permitiría que se importe su ideología. Ellos son lo que son y piensan como lo que son. Nosotros somos paraguayos y pensamos como paraguayos: ni indios ni españoles, sino paraguayos.
Me gustaría decirle: “Si usted, señor senador, quiere que los del Norte le impongan sus ideologías, por cierto una imposición que me supongo será bastante bien recompensada o remunerada, es algo a lo que –ya le advierto– no tiene usted derecho: el pueblo paraguayo no se vende, y menos para ganancia suya o de unos pocos”.
No queremos que nos imponga; desde 1811 somos un pueblo libre.
Una cosa es importar tecnología y otra las ideologías; por poner ejemplos, hay empresas que con muy buen gusto han adaptado lo nuestro al mercado moderno. Solo por citar algunos más conocidos, tenemos Pombero o Cecilia Fadul o tantos otros, que no serán muy conocidos pero son maravillosos.
Otros grandes artistas han llevado nuestra música al extranjero o ganado premios de literatura europeos: Alberto de Luque, Augusto Roa Bastos. Entiendo que no todos tendremos la genialidad de éstos, pero tampoco seamos personas de tan poco cerebro que importan lo que sea sin saber lo que hay dentro.
Olga Alén Gorostiaga
C.I. 1.283.714

No a los abortos
Una vez más noticias que deberían de ser importantes porque afectan el futuro de nuestros hijos son dejadas de lado a propósito. Quieren que del Estado, que en realidad es nuestro dinero, salga para pagar abortos, que nuestros hijos adolescentes reciban toda la información en materia sexual sin el consentimiento de los padres, y si mi hija se quisiera practicar un aborto, yo no estaría ni enterada. ¿Es que acaso no soy responsable de mis hijos sin excepciones? ¿Es que yo, como madre, le puedo poner como regla que llegue a la 1.00 AM, pero una ley me deja al margen y le practica un aborto?
Señor Carlos Filizzola: ¿Cuál es su real objetivo? Si los homosexuales quieren serlo, que lo sean; pero, ¿por qué siempre está en la misma bolsa con el aborto?
No me venga con el engaño de aprender mandarín en un mes. Estamos cansados de mentiras y leyes mal elaboradas, con un castellano ambiguo para que mal se entiendan. ¿Qué es lo que pretende? ¿Educar usted a mis hijos adolescentes? No señor. Si traigo hijos al mundo, no será para que una ley los eduque, de eso me encargo yo. Que el Estado se preocupe de que haya escuelas para que los pueda mandar y maestros que les puedan enseñar; que haya centros de salud en todos los rincones del país, para que puedan atenderlos desde la concepción, así se asegura la vida de la madre y del hijo; que haya medicamentos para curar enfermedades; un anticonceptivo no es un medicamento. ¿Acaso estar embarazada es una enfermedad?
Preocúpese, si puede, de que exista cobertura de vacunación en el país por distritos superiores al 90%; eso sí es un problema de salud pública. Claro, para qué preocuparse de vacunas si no habrá niños a quienes vacunar, o del cáncer de cuello uterino, que se lleva a muchas mujeres. En fin, para saber qué tal está un país solo hay que ver su sistema de salud y educación. Basta de mentiras. No estoy de acuerdo con ninguno de sus argumentos, Filizzola. Déjese de dobles intenciones.
Karina Vega