Nada se pierde con ensayar
El problema de la recolección de basura está agudizándose en todo el país y no solo afecta a las grandes ciudades. El servicio de limpieza y recolección es de los peores. Se han ensayado varias soluciones, sin éxito. El sistema actual está en crisis, y obliga a buscar nuevas salidas, si no queremos que los habitantes se ahoguen entre los desperdicios o mueran por causa de las enfermedades que se propagan gracias a ellos.
En Asunción el deterioro ha sido más que paulatino. No se trata de emergencias transitorias, sino de una línea continua, descendente, cada vez más agudizada.
Los remedios aplicados pasan por el aumento de tarifas. En esto es igual a otras tasas e impuestos que cobran las municipalidades y el Gobierno central. Aunque se eleven los cobros, siempre parecen insuficientes para atender unos gastos que cada día suben por encima de los recaudos. Parece existir una deficiencia estructural en la organización de este género de instituciones, que les impide operar con la eficiencia debida.
Muestran una enorme capacidad para devorar fondos, cualquiera sea el monto, sin recoger una sola hoja de papel adicional.
En este tema hay una salida que todavía no se ha puesto en práctica. Aún cuando en otros países se probó con buen éxito, aquí continuamos temerosos de recurrir a la iniciativa privada; quizás porque, después de tener estatizados todos los servicios públicos, creemos que constituye un paso atrás darle entrada a los particulares. Sin embargo, como la cuestión se ha agudizado tanto, ya existe una opinión pública tan desesperada como para estar dispuesta a aceptar cualquier procedimiento. Único requisito: que funcione bien.
No habría reparo si las calles se mantienen limpias y los montones de desechos no se acumulan frente a las residencias durante días y semanas.
No se aplicaría el nuevo sistema a toda la ciudad, sustituyendo el antiguo de la noche a la mañana. Sería necesario adelantar pruebas localizadas en determinados sectores. Se podrían buscar las zonas más desatendidas y en algunas calles, con sus límites delineados exactamente, se contrataría el aseo con una empresa privada.
Como es obvio, ella tendrá que ocupar a mucha gente, pues se trata de una actividad en la cual el hombre sigue siendo en gran medida insustituible por la máquina. Durante un tiempo prudencial se analizarían los resultados, comparándolos con las áreas vecinas en donde se mantendría el viejo mecanismo. El público decidiría, sin presiones de ninguna naturaleza.
Las comprobaciones son sencillas. Basta que cualquier persona desprevenida recorra los diferentes sectores y compare, para tener una evaluación instantánea. Los ciudadanos son los mejores jueces. Dirían si prefieren seguir dentro del sistema tradicional o si encuentran mejor el sustituto.
Esto permitiría, además, que las empresas interesadas adquieran experiencia. Evitaría las dificultades de crear, desde el principio, unas enormes organizaciones, en las cuales se corre el peligro de que el tamaño agobie a las buenas intenciones.
La implementación del nuevo modelo sería una decisión democrática. Nadie alegaría desconocimiento de los derechos lícitamente obtenidos, ni retroceso en las concepciones administrativas porque se encontró la manera de servirle más efectivamente a la comunidad.
Guillermo Lesmes
Víctor Bernal y la mujer del César
Mientras aún se debate en la sociedad la oposición gubernamental para que se transparenten los gastos reservados de Itaipú Binacional, planteamiento hecho por las contralorías de Brasil y Paraguay, y los reiterados pedidos que Transparencia Paraguay viene realizando en el mismo sentido, nos sorprende la noticia de la fastuosa fiesta organizada por el director paraguayo del Ente Binacional por los 15 años de su hija.
Nuestro país, con una población de 2.576.000 habitantes por debajo de la línea de pobreza, es decir, con menos de dos dólares diarios para cubrir todas sus necesidades, atraviesa por una profunda crisis social y económica, y sus habitantes debemos enfrentarnos día a día en la lucha por la supervivencia. Mientras tanto, vemos la indiferencia de nuestras autoridades, esas que deberían velar por nuestro bienestar, dedicándose casi en exclusividad a buscar su beneficio personal y al despilfarro alegre.
Es por eso que la grosera ostentación que hizo Víctor Bernal al festejar el cumpleaños de su hija, con 700 invitados, según publicaciones de los medios, ofende a la ciudadanía honesta que debe pelear por llegar a fin de mes, manteniendo un mínimo de dignidad.
Así como la mujer del César no debía solo ser buena, sino parecerlo, las autoridades en un país pobre como el nuestro debieran ser honestos y, además, dar señales de solidaridad y de respeto por las necesidades que pasa la ciudadanía, manteniendo un mínimo de austeridad ante ella. A veces pienso que, al revés de la cita romana, algunas de nuestras autoridades son menos hipócritas: no son y no se molestan en parecer, lo cual es más auténtico.
Es indudable que en nuestro país se ha perdido el concepto de lo que significa la austeridad del servidor público, algo que en el pasado identificaba a autoridades que han gobernado al Paraguay y que han muerto en la pobreza, como Cecilio Báez o Eligio Ayala, justamente porque fueron austeros e íntegros en el ejercicio de la función pública.
No sabemos si Víctor Bernal obtuvo lícitamente los grandes recursos que necesitó para esa fiesta faraónica; sin embargo, más allá de la licitud del origen de sus bienes, hubiera tenido el buen gusto de no restregárnoslo de la manera en que lo hizo. A veces, una mínima señal de respeto puede paliar aunque sea mínimamente el dolor y la frustración de quienes tienen la supervivencia como único objetivo.
TRANSPARENCIA PARAGUAY