Con un enérgico “no debemos bajar la guardia ni perder el sentido de la alegría”, monseñor Ricardo Valenzuela saludó ayer a los participantes de la fiesta de la Divina Misericordia, del segundo domingo de Pascua.
La celebración, que se realizó en el campo Jesús Misericordioso del barrio Cocué Guazú de Areguá, estuvo marcada por cantos y aplausos que fueron animados con las reflexiones del religioso.
El celebrante resaltó la incredulidad de los católicos y manifestó que cada vez es más evidente la baja autoestima del pueblo paraguayo, situación que impide ver el lado positivo de lo que ofrecen el mundo y la realidad.
“Un saludo, una palmada en la espalda son gestos que dicen mucho, incluso más que cualquier palabra y valen en este mundo caracterizado por la presencia de seres inmisericordes”, aseguró Valenzuela, añadiendo: “y está comprobado que somos muchos”.
El obispo castrense calificó al paraguayo de “pesimista y débil de fe” y animó a los presentes a revertir la situación con un cambio en la forma de pensar y sentir para vivir la vida de manera positiva.
“Siempre nos quedamos en el Viernes de Dolores y como pueblo debemos cambiar el pensar y el sentir para ver las cosas buenas de este mundo. Debemos superar esa etapa”, afirmó.
FAMILIAS. El relacionamiento dentro del seno familiar fue citado por el religioso como lugar donde se marca la existencia de una persona, atendiendo a que allí se inicia la relación de autoridad. “A veces son los mismos padres los que ven todo negativo en los hijos, acusándolos de ser inútiles, de aplazarse en el colegio o de no hacer bien las cosas, y esto queda en la mente y en el espíritu de ese niño o de ese joven, que crece con ese pensamiento”, apuntó.
El apostar al fracaso es una faceta que debe ser superada para no vivir en un balanceo constante y cometiendo errores, insistió el religioso en su homilía. Para lograrlo se debe volver al Dios misericordioso y recuperar la humildad, la sencillez y la mansedumbre que le caracterizan.
“La amabilidad, la paz, la serenidad, el saber dominarse y tolerar, todo eso es el sentir de la Divina Misericordia y no debe quedar solo en el cuadro (de Jesús Misericordioso) sino debemos dejar que se haga carne en nuestra vida”, concretó.