La Carta Democrática Interamericana (CDI), que es el instrumento legal que los países del continente nos hemos dado para defender y promover un sistema político abierto y plural, define como elementos esenciales de la democracia representativa “el régimen plural de partidos y organizaciones políticas, y la separación e independencia de los poderes públicos”. Por esta vía se busca, entre otras cosas, que todas las voces y expresiones ciudadanas encuentren justa cabida y atención en un régimen republicano.
La misma Constitución Nacional, en su artículo 3º, prescribe que: “El gobierno es ejercido por los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial en un sistema de separación, equilibrio, coordinación y recíproco control”. La pluralidad de la representación política que existe en todo Congreso, y en el nuestro en particular, es, pues, la mejor garantía para asegurar ese “control” del que habla la Ley Fundamental.
Para que esta función pueda ejercerse de manera efectiva y competente, es preciso que los partidos políticos con representación parlamentaria que no están en función de gobierno ejerzan una oposición seria, ecuánime y responsable, sin afán obstruccionista, pero con carácter y determinación. El principal partido de oposición del Paraguay, el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), de reconocida trayectoria democrática en la vida pública del país, realiza mañana una convención para analizar, entre otros fundamentales aspectos, las posturas políticas que adoptarán de cara al presente quinquenio.
Convergen en el seno de esta centenaria nucleación política distintas vertientes ideológicas, desde las que promueven un estilo de oposición moderado hasta los que plantean posturas más rígidas. Desde luego, todas merecen respeto y consideración, siempre desde la óptica del ejercicio de una oposición solvente, consistente y, sobre todas las cosas, convincente.
No es un secreto para nadie que en nuestro país existe una atávica cultura autoritaria. Ahora mismo, el Poder Ejecutivo asume algunas posiciones políticas de tinte hegemónico frente a las cuales es menester aplicar los sanos contrapesos de una genuina democracia.
Obtenidas por el presidente de la República la mayoría de las leyes que elevó a la consideración del Parlamento, es preciso que la oposición aplique de ahora en más los mecanismos destinados a ejercer un férreo control en lo que respecta al modo en que se implementan las citadas normas, tanto en lo atinente al otorgamiento de facultades extraordinarias que se han otorgado al Ejecutivo en materia de defensa, como en la reglamentación de la ley de alianzas público-privadas.
Todos los resortes destinados a limitar un ejercicio discrecional o abusivo del poder son bienvenidos y deben ser alentados a la hora de promover y consolidar nuestra aún frágil democracia.