12 jun. 2025

“Nos sacaron de un basurero humano”

Rolando Villalba es uno de los 296 internos que guardan reclusión en el nuevo penal Juan Antonio de la Vega, en Emboscada.

Trabajando.  Rolando Villalba, terminando uno de sus trabajos en su celda, que comparte con otros dos compañeros.

Trabajando. Rolando Villalba, terminando uno de sus trabajos en su celda, que comparte con otros dos compañeros.

Él formó parte del grupo de reos que fueron trasladados de la penitenciaría de Tacumbú, donde pasó –según él– los peores días de su vida.

A Rolando, al igual que la mayoría de los convictos que hoy están en el nuevo penal, que se inauguró el 28 de diciembre de 2012, fue rescatado “del bajo” o del pasillo de Tacumbú, considerado el pabellón más denigrante de la cárcel asuncena, donde los internos duermen a la intemperie y sin las necesidades básicas: no tienen sanitarios, ni camas, ni siquiera un colchón para dormir.

“Nos sacaron de un basurero humano. Si comparás a Tacumbú con este nuevo penal en que estamos ahora, te puedo decir que allá vivía en un basurero”, cuenta Rolando sin dejar de pasarle una de las últimas pinceladas de barniz a un velador y a una mesita de luz hechos por sus propias manos. Tras cinco meses del traslado al nuevo penal de Emboscada, se considera un hábil carpintero y asegura que sus productos son muy valorados afuera.

El oficio aprendido no es el único cambio en la vida de Rolando, que cuenta orgulloso que hoy tiene otro aspecto. “Yo llegué acá siendo un palito con 63 kilos. Hoy, cinco meses después, tengo 72 kilos. Allá la comida, si es que hay, es muy mala. También dormía en el piso encima de una frazada, ni siquiera nos podíamos bañar. Acá tengo una cama con colchón y tenemos un baño en cada celda”, expresó.

el mundo de las drogas. La vida en la cárcel está llena de riesgos, dice Villalba, y algo casi imposible de eludir es caer preso en la cárcel de los vicios. “Conocí la droga en Tacumbú; allá conseguir droga es como comprar un chicle en el almacén y todos sabemos las consecuencias de las drogas”, reflexionó el interno, que admitió haber sido muy adicto al crac en los siete años que pasó en el penal más grande del país, que muchos consideran un verdadero infierno. “El tema con el crac es que después de cinco segundos ya querés otro. Todo el mundo sabe quiénes son los que proveen pero no se puede decir tan abiertamente”, agregó.

Tras dejar Tacumbú, el interno dice que abandonó el consumo del crac. “Acá no tenemos cómo conseguir y además hay muchas ocupaciones y mucha disciplina, cosa que no teníamos en Tacumbú, donde no hay ninguna posibilidad de rehabilitación; por eso digo que en este penal tenemos una oportunidad única”.

Rolando Villalba entró a la cárcel por robo agravado en el 2007. Según afirma, la justicia tiene un asunto pendiente con él, ya que sostiene que aún no recibió condena por el hecho que cometió.

“En enero van a ser siete años que estoy en la cárcel y todavía no estoy condenado. La mínima pena por robo agravado es de cinco años y yo ya estoy siete. Hace cinco años que no le veo a mi abogado. Muchos internos no sabemos qué hacer, la parte judicial no está con nosotros, piensan que nosotros ya no vamos a recuperarnos nunca. Muchos internos están en la misma situación”, aseguró.

otra oportunidad. En la opinión de Villalba, muchos de los reos que pueblan las distintas cárceles de nuestro país son víctimas de la desidia del Poder Judicial.

“Yo no sé qué piensan que somos nosotros. Por ahí no nos quieren escuchar porque reincidimos, pero nosotros pedimos a la justicia que nos pase aunque sea un dedito para poder agarrarnos. Les puedo asegurar que no lo vamos a desaprovechar. No culpamos al Gobierno ni a nadie; nosotros somos culpables, pero queremos una oportunidad para cambiar, por nuestras familias; por nuestro futuro”, afirmó el interno, que valoró la construcción del nuevo penal y exhortó a las autoridades nacionales a la edificación de más centros de reclusión donde se garantice el respeto de los derechos humanos de los internos.