Por Rubén Penayo
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“Para nosotros la pobreza no tiene frontera, es por eso que estamos aquí", resalta Ramona Ojeda, a quien –sin que esto sea una ironía– se la ve con mucha energía, pues habla muy fluido y de manera resuelta.
Ella es una pobladora y dirigente del asentamiento San José, en Lambaré, parte del cual está directamente bajo el tendido eléctrico de 220 mil voltios que proviene de Yacyretá, grupo al que se denomina “Cableguy”, ubicado sobre la calle San Ignacio, entre Ruiz Díaz de Guzmán y 16 de Mayo.
Lleva 16 años viviendo en el lugar –junto a otras 40 familias– y ningún plan de reubicación les ha sido planteado por organismos estatales en todo este tiempo.
De acuerdo con una pesquisa de Última Hora (publicada ayer), son cinco mil personas de unas mil familias las que están viviendo en estas condiciones. De estas, el 96,7% está en el Área Metropolitana de Asunción. La ley Nº 976 prohíbe construcciones a 25 metros, de cada lado, de las líneas.
Ramona escuchó que la fuerza electromagnética les puede causar muchas enfermedades. “Ninguno de mi familia sufre de ninguna... yo todavía no tengo, no sé la otra gente que vive debajo”, prosigue.
No obstante, afirma que cuando hay mal tiempo todo se vuelve desesperante. Más tarde acuña la frase: “Cuando llueve, los cables lloran y el agua arrasa”, resumiendo así lo exterior, en vista de que viven en la ladera de una lomada y el temor que les generan los cables de la ANDE.
“Es caótico”, insiste, y ante la consulta de la razón del calificativo, avanza y recalca: “Esto parece que se cae todo y hasta el momento, gracias a Dios, todavía no surgió algo grave, pero es desesperante cuando viene una tormenta”.
Al profundizar sobre estos momentos de precipitación pluvial –muy habituales en estos días–, cuenta que no puede siquiera tocar su portón, pues tiene componentes metálicos.
FALTA DE OPCIÓN. En relación a si tiene la intención de mudarse, se limita a manifestar: “Qué vamos a hacer, decir irnos a la campaña... qué es lo que vamos a hacer allí... acá nosotros tenemos nuestro medio de vida y no tenemos opciones”.
Es de Villa del Rosario y vino en busca de trabajo hace dieciséis años; tiene seis hijos. “Soy técnica en productos de limpieza, soy artesana y de todo un poco”, comenta en relación a sus actividades. Para salvar lo cotidiano le da su trabajo, según agrega.
En la comunidad están organizados. Ramona Ojeda hace alusión al Servicio Ecuménico de Promoción Alternativa, así como se nota la presencia de un grupo religioso católico que los asiste, a través de la capilla Jesús Misericordioso.
En cuanto a la posibilidad de construirse una casa de materiales, apunta que familias de Cableguy siempre son marginadas, ya sea por Conavi o la Secretaría de Acción Social, por la misma situación de vivir bajo los cables.
Electromagnetismo y leucemia
Diversos estudios independientes imputan a los campos electromagnéticos, como los producidos por los tendidos de la ANDE, la producción de leucemia –un cáncer de la sangre. No obstante, la Organización Mundial de la Salud sostiene que no existen estudios conclusivos al respecto.
“Algunos estudios epidemiológicos han sugerido un aumento del riesgo de leucemia en niños que viven cerca de líneas de conducción eléctrica. Aún no se ha determinado si se debe a la exposición a campos magnéticos de frecuencias extremadamente bajas (FEB) o a algún otro factor del medio”, sostiene el análisis del organismo internacional.
Sobre esta posición, también consultamos al hematólogo Alfredo Boccia. Este aseguró que “no hay evidencia incontestable ni seguridad absoluta de que sea inocua”, al referirse al citado efecto. Este se produce con más fuerza por los cables de alta tensión de 220.000 voltios, que transportan la energía de las hidroeléctricas a todo el país.
A nivel mundial, se han iniciado campañas en contra de la instalación de subestaciones o tendidos de gran voltaje debido al temor, o se han tomado medidas para extremar la seguridad.