16 feb. 2025

No habrá integración regional si no se toma en cuenta al ciudadano

La reciente instalación del Parlamento del Mercosur es un paso importante hacia la democratización verdadera del bloque, pero no alcanza. La crisis de representación que rige en el mundo de la posmodernidad exige abrir los espacios de la toma de decisiones a la sociedad civil en su conjunto.

El Mercosur fue creado en 1991 con una visión netamente presidencialista. Los reiterados fracasos que atravesó la integración regional desde 1999 evidencian la decadencia de aquella perspectiva. Nuestros líderes han demostrado que no supieron, ni saben, ponerse de acuerdo en los temas más cruciales de la realidad. Es preciso poner al ciudadano en el centro de este proceso.
El siglo XXI es más que nunca el de la integración. En el mundo de los grandes bloques comerciales es impensable suponer que se podrá sobrevivir de manera aislada, individual, sosteniendo porfiadamente que solo el Estado-Nación se basta a sí mismo para sobrevivir.
Aunque con un enfoque marcadamente mercantilista, integrarse fue la intención de los mandatarios que el 26 de marzo de 1991 firmaron aquí el Tratado de Asunción. Sin embargo, a pesar del entusiasmo inicial, los fracasos se acumularon sucesivamente desde enero de 1999, cuando la devaluación de la moneda brasileña evidenció la fragilidad del sistema integrador.
Muchas otras frustraciones transcurrieron. La última y más patética de ellas es la causada por el absurdo conflicto suscitado entre Argentina y Uruguay por la instalación de dos papeleras en la ribera oriental del río Uruguay. Este diferendo, que desnuda un manejo irracional de los asuntos internacionales, está contaminando a todo el Mercosur.
Mientras se acumularon las desilusiones, los presidentes de los países miembros del bloque persistieron en su afán de multiplicar sus cumbres, que últimamente terminaron por convertirse en espacios más bien propicios para el desahogo de los mandatarios que para la adopción de decisiones tendientes a fortalecer el Mercosur.
La integración nunca funcionará adecuadamente si no se coloca al ciudadano en el centro del proceso. La reciente instalación del Parlamento del Mercosur es un paso importante hacia la democratización verdadera del bloque, pero no alcanza. La crisis de representación que rige en el mundo de la posmodernidad exige abrir los espacios de la toma de decisiones a la sociedad civil en su conjunto.
Nuestro país asumirá en breve la Presidencia Pro Témpore del Mercosur. Ella brindará una ocasión propicia para promover mecanismos que aseguren la participación ciudadana, pero no como un mero aparato de consulta, que sirva para narcotizar la conciencia de los gobernantes, sino como una forma real de hacer sentir a los ciudadanos que son los verdaderos constructores de un proyecto con futuro.