Cada vez surgen más signos de que vamos saliendo paulatinamente de la grave crisis sanitaria que nos afectó hace más de un año, con la llegada de la pandemia del Covid-19, que afectó gravemente no solo a la salud pública, sino que además le dio un golpe muy fuerte a la economía y a diversos aspectos de la vida social, dejando a mucha gente sin fuentes de ingreso y posibilidades de subsistencia.
El proceso que hemos vivido fue valioso, sin embargo, para redescubrir valores de solidaridad y de resiliencia, de desarrollar mejores hábitos de higiene y de exigir que las autoridades pongan en mejor plano las inversiones en salud pública, al igual que en educación y atención social a los sectores más vulnerables de la población, por encima de otras prioridades. Más allá de los escandalosos casos de corrupción en la adquisición de equipos médicos y del lamentable retraso en los procesos de vacunación contra el Covid-19, hoy empezamos a ver la luz al final del túnel y tenemos mejores esperanzas de recuperación.
A casi un año y medio de que empezó la pesadilla, por primera vez algunos hospitales y centros de salud que permanecían saturados con pacientes de Covid-19, especialmente en las Unidades de Terapia Intensiva, empiezan a ver sus espacios nuevamente libres de los efectos de la pandemia.
El Hospital Nacional de Itauguá ha tenido por primera vez su bloque modular especialmente habilitado para enfermos de coronavirus sin ningún paciente de esta patología. Lo mismo está pasando en el Hospital de Clínicas de San Lorenzo y en otros centros asistenciales, lo cual permite dar un respiro al personal de salud que estuvo en primera línea en todo este tiempo.
Sin embargo, la información preocupante es que las salas y los pabellones se vuelven a llenar, esta vez con pacientes polivalentes, entre ellos víctimas de accidentes de tránsito, así como quienes sufren patologías de insuficiencia renal crónica, diabetes, hipertensos descompensados, cuadros de gastroenteritis y deshidratación, entre otros casos.
En Clínicas, los médicos relatan que en una guardia de 12 horas atendían como promedio entre 10 a 15 pacientes para cirugías, pero ahora esta cifra se duplicó, alcanzando entre 30 y 35 pacientes, entre los casos agudos y graves. En el Hospital Nacional de Itauguá, en el área de Urgencia Adultos llegan alrededor de 70 pacientes en las primeras horas, cuando la capacidad es para 40 personas internadas, un flujo que va en constante aumento. También los accidentados graves van saturando nuevamente las Unidades de Terapia Intensiva.
Esta situación demuestra que mucha gente se relaja ante la aparente superación paulatina de la pandemia y abandona los cuidados sanitarios que ayudan a preservar la vida, cayendo de nuevo en excesos como las acciones temerarias en el tránsito o la falta de atención a otras patologías. Por ello, debemos hacer un llamado a que la gente siga manteniendo las medidas de prevención y protección en forma permanente, no solamente cuando sucede una situación extraordinaria como la pandemia.
No dejemos que la salud pública vuelva a estar en grave crisis.