06 feb. 2025

No debemos ser indiferentes a la terrible crisis en Afganistán

Aunque ocurra a miles de kilómetros, no podemos permanecer indiferentes ante la grave crisis que golpea al pueblo de Afganistán, con el regreso al poder de los talibanes, tras la retirada de las tropas de Estados Unidos y sus aliados. Las estremecedoras escenas de personas trepadas a los aviones que intentaban despegar del aeropuerto, al riesgo de la propia vida, hablan de la desesperación en que queda sumida una gran parte de la población. Aunque pregonen que ahora serán más tolerantes, los fundamentalistas islámicos solo ofrecen un retorno a la era del oscurantismo, con graves limitaciones para los derechos humanos, especialmente de las mujeres, quienes de nuevo deben someterse a un régimen esclavista, obligadas a ocultar el rostro y la personalidad. El mundo no puede observar impasible esta grave derrota de la civilización.

El experimento bélico impulsado durante dos décadas por Estados Unidos y los países aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), con la intervención militar en Afganistán, luego del fatídico atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York en 2001, ha terminado de la peor manera, con una estrepitosa derrota de la política exterior norteamericana, con el retiro de sus tropas, la huida vergonzosa del presidente afgano Ashraf Ghani y la toma de Kabul por el ejército talibán, que ha retomado completamente el poder en el país árabe, ante la desesperación de gran parte de su población.

Las estremecedoras escenas que se repiten en millones de televisores y pantallas de teléfonos celulares en todo el mundo, mostrando a cientos de personas trepadas a los aviones que intentaban despegar del aeropuerto, al riesgo de la propia vida, hablan de la angustiosa dimensión en que queda sumida una gran parte de la población afgana, ante el retorno de los fundamentalistas islámicos que tanto terror y opresión habían causado en su anterior gobierno, entre 1996 y 2001. Se reporta que al menos seis personas habrían muerto, tratando de huir, durante los disturbios de la nueva toma del poder en Kabul.

Existe un consenso de los especialistas en política internacional que, durante la intervención militar de Estados Unidos y sus aliados, durante estas dos décadas, se cometieron muchos errores al intentar derrotar a los talibanes y establecer un gobierno democrático en Afganistán, que condujeron al estruendoso fracaso actual.

Se ha sido muy tolerante e incluso partícipe de la corrupción, a través de alianzas con élites corruptas del país ocupado, que gestionaron en beneficio propio una gran parte de la ingente ayuda internacional, militar y civil. En estas dos décadas no se ha aportado estabilidad al país, mucho menos democracia, ni una mejora de las condiciones de vida de la población

Aunque ocurra a miles de kilómetros, no podemos permanecer indiferentes ante la grave crisis que golpea al pueblo de Afganistán. En estos tiempos de interconectividad global, toda crisis repercute en la suerte de los demás habitantes del planeta. Paraguay tiene además una importante población de ascendencia árabe, a cuyos miembros el conflicto golpea de manera especial.

La postura del actual Gobierno ha sido reflejada por el canciller Euclides Acevedo, quien definió que lo ocurrido “es una especie de retorno a la Edad Media donde volverán los latigazos, las lapidaciones”. Se requiere, sin embargo, una postura más activa de solidaridad con el pueblo afgano.

Aunque pregonen que ahora serán más tolerantes, los fundamentalistas islámicos solo ofrecen un retorno a la era del oscurantismo, con graves limitaciones para los derechos humanos, especialmente de las mujeres, quienes de nuevo deben someterse a un régimen esclavista, obligadas a ocultar el rostro y la personalidad.

Hay que involucrarse. Estar atentos y vigilantes a lo que sucede a partir de ahora en Afganistán, y disponernos a actuar solidariamente en consecuencia.

El mundo no puede observar impasible esta grave derrota de la civilización.