Por Guido Rodríguez Alcalá
La militancia política de Lugo es un dolor de cabeza para muchos políticos tradicionales. Ellos, que tienen subsidios del Estado por pertenecer a un partido, que pueden financiar sus campañas con esos subsidios y que pueden ocupar cargos públicos rentables, se sienten a un paso de perderlo todo. ¿Qué pasará si un independiente sin subsidios, sin cien años de tradición y sin respetar las reglas de juego tradicionales gana las elecciones? Esos pobres señores se ven enfrentados a la posibilidad de perderlo todo, que significa la miseria o la necesidad de trabajar.
La militancia política de Lugo es un dolor de cabeza para ciertos sectores tradicionales de la Iglesia Católica. Para ellos, apoyar el sistema político establecido no es hacer política, pero tratar de cambiarlo es hacer política, algo que (según dicen) no puede hacer un religioso. Si Lugo tuviera éxito, esos señores (o monseñores) deberían pasarse a Raíces o hacerse becar por los barones de Itaipú, con los que mantienen excelentes relaciones. Para no verse en tal extremo, prefieren colaborar con el oficialismo político blequeando al colega capaz de moverles la estantería. Dios los cría y Josemaría los junta.
Antiguamente se hablaba de cesaropapismo, o sea la intervención del César (entiéndase rey o emperador) en cuestiones religiosas. Ahora podría ser nicaropapismo, que viene a ser lo mismo cambiando el jefe de Estado.
Jugando al alimón con algunos tonsurados, una movida del nicaropapismo podría ser la judicialización de la candidatura de Lugo. Según nuestra ley, un religioso no puede ocupar ciertos cargos. Si la Iglesia no le acepta la renuncia a Lugo, Lugo seguirá siendo religioso, lo cual lo inhabilitará como candidato a presidente. La Corte Suprema decidirá; no hace falta ser adivino para saber para dónde podría tirar la Corte.
Si falla ésa, todavía queda otra jugada: la manipulación de los padrones, algo posible ahora. Allá por abril de 1998, cuando Galaverna amenazó con asaltar el local del TSJE, el entonces funcionario del TSJE Mojoli le dijo que se atuviera a las consecuencias. El impulsivo Galaverna se tranquilizó, porque entendió que le hablaban en serio; si usaba la fuerza, se le enfrentaría con la fuerza. Después vino una purga en el TSJE, donde Calé hoy impera. Hubo quejas de parte de ciertos miembros de la institución, poco efectivas a causa de anteriores transadas de la misma.
Si fallan todas las manipulaciones del tradicionalismo político y clerical, el país podrá ver lo que necesita y quiere: la alternancia. Ninguna persona sensata se hace ilusiones. Ni aun triunfando una concertación racional, el Paraguay se convertirá en una maravilla. El cambio será penoso y lento, incluso con el mejor de los gobiernos. Lo que sí estará muy bien es dar el primer paso hacia el cambio, para superar un sistema que nos lleva hacia la quiebra moral, económica y social.
Hay que comenzar a cambiar, y esta es la oportunidad. Si Lugo es la persona capaz de aglutinar a la gente sensata; si se rodea de gente calificada y la sabe escuchar; si la concertación tiene una base amplia, no excluyente, podemos conquistar un futuro.