16 abr. 2024

Ña Pabla y don Justiniano no se dejan vencer por la inundación

Las aguas del río ya están en sus habitaciones, pero se niegan a abandonar su hogar. La historia de una familia del Bañado Tacumbú, que se resiste hasta último momento al éxodo forzado. Un drama que se repite cíclicamente, ante la falta de soluciones de fondo.

pabla y su esposo inundacion 2

Foto: César Orué

Por Andrés Colmán Gutiérrez – Twitter: @andrescolman

Hace apenas una semana, el río amaneció dentro del gallinero, entrando desde hacia el fondo del patio. Ña Pabla se alarmó al encontrar a sus animales domésticos flotando en el agua. Hacía 15 años que no pasaba algo así, desde la última gran inundación.

“Fue la señal de que esta no iba a ser una crecida común, pero aún así le dije a mi marido que yo no pensaba salir de mi casa”, dice, mostrando como el agua también ingresó después a su dormitorio. Pabla Demofonte, madre de ocho hijos, pobladora del barrio San Felipe, en el Bañado Tacumbú de Asunción, simplemente mudó su cama y su ropero hacia las habitaciones del frente, que están en una parte más alta del terreno y aún a salvo de la crecida.

La modesta residencia está ubicada sobre Urcisino Velazco, la calle principal y la única asfaltada del barrio, que se ha ido construyendo con la lucha y organización de sus moradores, en las vastas zonas inundables que durante muchos años ni siquiera figuraban en el mapa de la ciudad. Ña Pabla vive allí desde 1995, cuando llegó con su familia, buscando un lugar donde vivir.

“Nos costó mucho sacrificio levantar esta casita, con nuestras propias manos, de a poquito. Por eso es que no quiero irme y dejarle abandonada en el agua, porque así se destruye mucho y si dejás alguna cosa de valor, cuando volvés ya no encontrás. Si el río sigue subiendo y tenemos que salir inevitablemente, vamos a mudarnos por aquí cerca nomás, en el patio de algún vecino o aunque sea en la calle, para seguir cuidando”, explica la mujer.

Sueños que arrastra el río.

213818_embed


En el patio de la casa inundada, el viento trae un aire de melancolía desde el Sur. A lo lejos, un pescador se acerca remando en una canoa, con las redes vacías.

El Bañado Tacumbú parece más triste que nunca, pero Ña Pabla y su marido, Jacinto Domínguez, van improvisando puentes de tablas de madera sobre el agua para unir los espacios anegados.

“No es fácil vivir en medio de la creciente. Hay mucha humedad, que le enferma a los niños. Además se meten muchas víboras. La otra vez maté una yarará (víbora de la cruz, muy venenosa) en nuestro dormitorio”, cuenta don Jacinto, quien trabaja como albañil en obras de construcción.

“Voy a tener que regalar uno de mis chanchos, antes de que se muera ahogado. Los otros animales me los va a cuidar una vecina, a la que el agua aún no le llegó. Mis animales ya tienen lugar en donde refugiarse, pero nosotros todavía no tenemos. En el campamento que se instaló en el cuartel del R. I. 14 (Regimiento de Infantería, en Tacumbú) ya no hay lugar, con toda la gente que ya salió de aquí”, dice Ña Pabla.

Todas las mañanas, lo primero que hacen al levantarse es ir a medir cuántos centímetros subió el río. Por ahora, el dormitorio, el comedor y la cocina se mudaron a la sala, que es el único rincón donde aún no llegó el agua.

“Es el mismo drama que enfrenta la mayoría de los pobladores. Nadie quiere salir y abandonar su casa, todos esperan hasta último momento, pero cuando el agua les cubre casi todo, no queda otro remedio”, explica Osmar Caballero, dirigente del Centro de Ayuda Mutua Salud para Todos (Camsat), del Bañado Tacumbú, quien se ocupa de coordinar la evacuación de los inundados.

La mayor dificultad es conseguir lugares en donde instalar a las familias evacuadas. El único espacio disponible, en el cuartel del R.I. 14, ya está prácticamente lleno, y la Municipalidad se opone a que se instalen campamentos en el paseo central de la avenida Ita Ybaté o 21 Proyectadas, otro lugar que en años anteriores sirvió de refugio.

“Es la pelea que tenemos en cada inundación, pero lo importante sería trabajar por buscar alguna solución definitiva. Desde hace años, los pobladores de los Bañados, a través de la organización Cobañados, venimos reclamando la construcción de muros de contención, el famoso plan de la defensa costera. Ahora está el proyecto de la Costanera, que también se va a extender hacia el Sur, pero parece que quieren echarnos a los pobladores”, destaca Caballero.

Esperando que el río deje de crecer.

212355_embed

Las inundaciones ya afectan a más de mil personas en Asunción y Central Foto: Fernando Calistro

Ña Pabla le enciende velas a su santo, pidiéndole que el río deje de crecer. “Si la crecida se detiene, no vamos a tener que salir, y si empieza a bajar, pronto vamos a poder arreglar todo lo que el agua destruyó, y seguir con nuestra vida normal”, dice ella.

Ella está atenta a las noticias de la radio, pero su principal fuente de información son las marcas que quedaron por el horcón del fondo, con los distintos niveles de altura que históricamente alcanzó el río. Mientras, sigue mudando pertenencias de una habitación a otra, haciendo malabarismos sobre tablones de madera para llegar a dar de comer a sus animales.

“A lo mejor, el río ya no va a crecer más”, musita Ña Pabla en voz baja, como si fuera una plegaría. “A lo mejor ya no vamos a tener que mudarnos...”