El sistema judicial, intencionalmente, se compone de un grupo de personas presas en un mundo paralelo donde la justicia no es la prioridad. Los ciudadanos nos hemos acostumbrado a que muchos delitos no sean considerados como tales porque “no están tipificados”. Nos hemos acostumbrado a que una expresión como “en ningún caso” realmente no quiere decir eso, sino que depende de la conjugación, del tiempo o del contexto. Hemos querido que en vez de cumplir alguna ley, esta sea sometida a escrutinio popular. Las soluciones de fondo llevarán tiempo porque hay ausencia de valores.
Por otro lado, los problemas importantes del país no están siendo conjugados con el modelo de hacer política. El principal desafío es para los partidos y organizaciones políticas. Cuanto más grande, será más responsable de liderar el camino hacia otros modelos, de lo contrario el Parlamento seguirá siendo compuesto por personas de dudosa confianza con sospechas o certezas de delincuencia. Una vez más el origen de los fondos que permiten a algunos candidatos colorear el país y nuestros sentidos, será oscuro o dudoso, y una vez más los retornos serán visibles, pero probablemente no siempre ajustados a la ley.
Hacemos un llamado a la autocrítica, al examen de conciencia y a la conciliación para que cada uno actúe correctamente, con renuncias o con presencias, en estos procesos de cambio, que nos lleven la construcción de la patria que todos soñamos.
Que el Espíritu Santo nos ilumine.