Tres representantes fueron a Estados Unidos, entre ellas Rosa, quien se consagró en aquella exposición como la ceramista de América.
El 19 de marzo de 1989 partió para los Estados Unidos, donde además visitó siete universidades y por no hablar inglés perdió la oportunidad de enseñar artesanía en barro, como le requerían los directivos de las casas de estudios.
Debía volver el 17 de abril, pero ocho días antes sacó una vieja tarjeta de una pareja que la visitó en su humilde domicilio de Itá: eran Joseph y Katherine Jackson, los padres del astro del pop, cuenta.
“Ellos vinieron al país por el Comité Paraguay-Kansas, y María Luisa Ferreira, no la periodista, sino la esposa de Michel Oliver, que es paraguaya, les trajo para llevar artesanías”, recuerda.
En agradecimiento, Joseph le había dejado su tarjeta para que, si alguna vez iba a Estados Unidos, le avisara para recibirla en su casa.
Rosa pidió a su intérprete, una italiana llamada Carolina Pedro, que contactara a ese número. “Carolina se sorprendió. Mañana sábado, a las 7, vamos a pasar a buscarla y el domingo le devolvemos al hotel”, dijo Joseph.
Katherine, quien habla español, le contó a doña Rosa sobre el cambio de color de piel de Michael, quien saludó respetuosamente a la paraguaya.
“Sus padres también sabían de artesanía. Michael me pidió que le haga unos diseños con el barro que llevé de acá. Le hice figuras de enamorados. No niego que le abracé y le besé porque ya era conocido. Compartí dos horas con él, con la intérprete. Al terminar me abrazó y me pagó 1.200 dólares”, comenta.
Michael le había preguntado cosas, como cuánto era su sueldo, cuántos días al año tenía vacaciones, si tenía auto y cómo aprendió a modelar.
Brítez le contó de su realidad; no tenía nada de eso. Jackson le prometió ayuda, aunque nunca se consolidó.
“Le gustó lo que hice porque valoraba lo que se hace con las manos. Me recibió en su casa como a una verdadera artista. Yo no podía creer que compartí con su familia y él se convirtió en mi ídolo”, agrega.
La muerte de Michael, el viernes, trajo a su memoria aquellos momentos. “Cuando me enteré que murió me puse triste y oré por él”, señala.