25 abr. 2024

Médico de cuatro patas

Las terapias ecuestres constituyen un método eficaz para tratar a pacientes con patologías neuromotoras, psicológicas y emocionales. Te contamos las experiencias de quienes andan a caballo para mejorar su salud y su calidad de vida.

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Fernando Frenceschelli.

Por: Carlos Darío Torres | ctorres@uhora.com.py

Fotos: Fernando Frenceschelli.

Es una diversión para los chicos. Montados a caballo, los niños disfrutan el momento, que para ellos no es más que un paseo que están dispuestos a repetir un par de veces por semana. Las sonrisas son una muestra de que la están pasando bien y que no sienten que lo que están realizando forma parte de un tratamiento que, está comprobado, ofrece resultados positivos. Las terapias ecuestres son hoy una opción recomendada por los médicos.

Justin Ezequiel Maldonado sonríe feliz sobre el caballo, en el que va montado acompañado del profesor de equitación Líder Mazó. El niño está por cumplir seis años y cursa el primer grado. Padece trastorno generalizado del desarrollo (TGD), no identifica los colores ni los números, y tiene atención dispersa.

“Le hacemos estimulación sobre el caballo. Hace más de cuatro meses que viene. Ahora está más atento. Trabajamos con él en la fijación, porque muchas veces no entiende ni siquiera con signos, pero ahora de a poco está mejorando bastante”, afirma la psicóloga Blanca Machuca.

Justin es uno de los 39 chicos que actualmente asisten a Terapias Ecuestres Paraguay-Fundación Equinoterapia FE. La actividad que desarrollan en Surubi’i, en el kilómetro 19 de la ruta III, se denomina terapias ecuestres y tiene dos metodologías para diferentes tipos de patologías.

Una de ellas es la hipoterapia, especialmente desarrollada para chicos con patologías neuromotoras; la otra es la equinoterapia, destinada a niños que no tienen involucrado el aparato locomotor.

Los jueves también van a montar a Surubi’i Andrés Zaracho y Alexander Kent, ambos diagnosticados dentro del espectro autista. Andrés tiene cuatro años y hace dos que asiste al centro ecuestre, dos veces por semana. Alex lo hace tres veces a la semana, está por cumplir seis años y va a la guardería, al igual que Andy.

“Alex entiende consignas, pero siempre hay que estimularlo, dirigirlo, decirle que tiene que hacer tal cosa y mostrarle para que lo lleve a cabo. Ahora, antes de subir hicimos que tocara al caballo y lo peinara para que tenga ese vínculo”, señala Blanca.

La psicóloga afirma que todos los chicos tienen una conexión con el animal y que en el centro ecuestre lo que hacen es establecer esa conexión con el caballo. “Justin, por ejemplo, antes era un chico hiperactivo, pero no quería subirse porque tenía temor y ahora no tiene ninguna dificultad”, añade.

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Efectividad

A quien se pregunta si el tratamiento arroja resultados, Sara Castro —la madre de Andrés— responde que “él mejoró muchísimo, le encanta la actividad a la que sí o sí tiene que venir; no hablaba y está empezando a hacerlo ahora, le costaba socializar con las personas, pero ahora lo hace sin ningún problema”.

“La terapia con caballos es, desde 1997, una actividad regulada por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Se hace en forma científica, terapéutica, deportiva, pedagógica o educativa y recreativa. Abarca un espectro así de amplio”, explica María Elena Murdoch, quien creó la Fundación Equinoterapia (FE) en 1998.

María Elena tiene una maestría en marketing, pero hubo un hecho que produjo un vuelco en su vida y la llevó a que terminara dedicándose a una actividad en la que nunca había pensado. En 1997 su hijo Renato fue el único sobreviviente de un embarazo quíntuple, pero los médicos le diagnosticaron parálisis cerebral.

“Para ayudarlo lo llevé a la Argentina para que lo atendieran en el Garrahan y en la Fleni (Fundación para la Lucha contra las Enfermedades Neurológicas de la Infancia). En ese momento estaban en auge las terapias ecuestres, y entonces me volqué al área de salud por Renato e hice la licenciatura en Psicomotricidad en la Universidad de Belgrano, en Argentina. Tuve la suerte de que me ayudaran amigos e hice una maestría en Terapia Ecuestre en la Universidad Complutense de Madrid”, relata.

María Elena dice que se considera una persona “de a caballo”, porque monta desde muy pequeña, tanto que no recuerda no haber estado alguna vez sobre algún equino. Se le ocurrió, entonces, combinar los recién adquiridos conocimientos en el área de la salud con su pasión por la equitación. Y fue así como creó la fundación para ayudar a mamás de niños en situación similar a la de Renato.

A paso lento

La terapia ecuestre empieza desde la selección del caballo por color, raza y características psicofísicas. Después se procede al amansamiento y al adiestramiento del caballo, y se hace la elección de los profesionales de la salud, que deben ser aptos para trabajar al aire libre y saber montar, entre otros requisitos.

Más tarde viene el entrenamiento de esos profesionales para que aprendan a combinar sus conocimientos con los beneficios que otorga montar a caballo. “No es un vyrorei, un paseíto a caballo. No es como la gente piensa: ‘Ay, qué lindo caballo, es manso, vamos a hacer terapia ecuestre’”, aclara.

¿Cómo funciona la terapia? El caballo seleccionado para terapias emite aproximadamente de 2.250 a 3.000 ajustes tónicos osteomioarticulares (huesos, músculos y articulaciones) a través de sus músculos dorsolumbares hacia la pelvis del paciente, de donde pasa a la médula espinal a través del hipotálamo, que es donde se graba el patrón de marcha.

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QUÉ SON
Hipoterapia: Aplicada a pacientes con patologías neuromotoras; es necesaria la presencia de un kinesiólogo, fisioterapeuta o psicomostricista. Se realiza la práctica del deporte paraecuestre.
Equinoterapia: Aplicada a pacientes con patologías en las áreas psicológica y emocional. Promueve la comunicación, socialización, conducta, disciplina, autoestima, confianza, seguridad e independencia, adquisición de nuevas enseñanzas, problemas de aprendizaje y desarrollo de la disciplina deportiva.
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Del hipotálamo, esas vibraciones pasan al lugar del cerebro donde los humanos tienen el sistema límbico, el que maneja las emociones. “Eso le da al paciente el poder, las ganas y la fuerza de hacer las cosas, de independencia, y pueden realizar todas las directivas que les damos”, explica Murdoch.

Según la profesional, el equino tiene una marcha tridimensional porque cuando camina siempre apoya tres patas, mientras que los seres humanos, aunque somos bipedestados, movemos los brazos para poder equilibrarnos, por lo que también tenemos una marcha tridimensional. “El andar del caballo es similar al del humano y ese patrón de marcha es el que se va grabando en el chico que tiene problemas motores”, agrega.

Un gran equipo

La fundación posee un plantel multidisciplinario compuesto por kinesiólogas, psicólogas, psicopedagogas, fonoaudiólogas, psicomotricistas, enfermeras y profesores de equitación como complemento. Su operación está regulada por la OMS, entidad a la que se debe reportar bimestralmente.

Además, está reconocida por la Brigham Young University de Estados Unidos y la Embajada de ese país en Paraguay, como la única institución de su tipo que trabaja en su área de acción social con infantes, adolescentes y adultos, empleando las metodologías específicas para cada caso.

La fisioterapeuta Fanny García señala que las terapias ecuestres pueden ser aplicadas a pacientes a partir de un año de edad, pero que para ello es necesaria una prescripción médica. “Es para asegurarnos de que quienes acuden no tengan alguna lesión cervical. No hay límite de edad para seguir el tratamiento. Tuvimos pacientes de hasta 60 años”, afirma.

La fundación se sostiene con el aporte de sus benefactores, de las cuotas (el arancel es de G. 580.000 por dos sesiones a la semana) y, hasta el año pasado, con un aporte estatal que cubría el 55% de los gastos no administrativos; este año, ese monto tuvo una reducción del 40%, lo que obligó a la fundación a prescindir de cuatro profesionales.

Además, esa situación motivó que de 64 pacientes (de los cuales solo entre siete y nueve pagaban la totalidad del arancel, los demás tenían una subvención completa o parcial) ahora solo puedan atender a 39.

Andar a caballo es una actividad siempre estimulante para cualquier persona y sobre todo para los más pequeños, para quienes es un pasaporte a un mundo de emociones positivas y beneficiosas para la salud. Una terapia bien montada.

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¿Cuáles son los beneficios?

Las terapias asistidas por caballos a través del movimiento rítmico del animal estimulan respuestas fisiológicas y psicológicas, por eso tienen una amplia aplicación terapéutica en medicina, psicología, psiquiatría, pedagogía, habilitación y rehabilitación psicomotriz.

Están recomendadas para sujetos con discapacidad psíquica, física o sensorial; individuos con trastornos psicológicos, del lenguaje o del aprendizaje, y personas con marginación o inadaptación social. También como terapia antiestrés y para combatir la ansiedad.

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