18 feb. 2025

Massa y ecos de un nuevo superministro en Argentina

El nuevo ministro de Economía de Argentina, Sergio Massa, no es economista, sino un abogado, hábil negociador y político de fuste, designado a modo de piloto de tormentas para evitar zozobrar en medio de una tormenta cambiaria e inflacionaria.

Para aceptar el cargo que asumió ayer y en el que se juega su futuro político y quizás la candidatura presidencial en 2023, el hasta ahora titular de la Cámara de Diputados exigió poder y se lo dieron. “No soy ningún salvador. La política no necesita salvadores, sino servidores”, advirtió cuando la prensa comenzó a llamarlo superministro.

Quedarán bajo su órbita las estratégicas áreas de agricultura y ganadería, así como desarrollo productivo, que tenían hasta ahora ministerio y decisión propios. “El nombramiento de Massa tiene dos aristas: la principal es que se integra en una persona todas las decisiones en materia económica, lo que viene a solucionar los serios problemas de coordinación, y la segunda es que permite al gobierno recuperar la iniciativa política”, señaló Hernán Letcher, director del Centro de Economía Política Argentina (CEPA).

Massa, de 50 años, es el tercer ministro de Economía del presidente, el centroizquierdista Alberto Fernández.

Desde diciembre de 2019 ese puesto lo ocupó Martín Guzmán, artífice del refinanciamiento de la deuda, quien renunció intempestivamente el 2 de julio. Las tres semanas posteriores estuvo a cargo la economista Silvina Batakis, quien tomó la papa caliente pero no logró calmar los mercados ni los reclamos de aumento de ingresos de los argentinos. “Está claro que es preferible hablar con alguien que tenga poder político a hacerlo con alguien que es técnicamente solvente, pero que no tiene esa fuerza”, estimó el analista Carlos Fara.

ÚLTIMO SUPERMINISTRO. Hablar de superministro en Argentina evoca la etapa de Domingo Cavallo, arquitecto en 1991 del cambio 1 a 1 entre el dólar y el peso que estuvo en vigor 10 años, medida que tuvo que sostenerse a golpe de privatizaciones y endeudamiento, aunque el país logró una estabilidad ficticia tras registrar dos años de inflación de cuatro dígitos. Su gestión duró cinco años y medio, algo más de la mitad de los 10 que estuvo en el poder el neoliberal Carlos Menem (1989-1999), pero fue su sucesor, el socialdemócrata Fernando de la Rúa, quien lo llamó en auxilio cuando la convertibilidad hacía aguas y se profundizaba la recesión, la desocupación y la pobreza.