Pedro García Garozzo
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Hoy es un día muy grato para el deporte paraguayo. Es una fecha histórica. Un 17 de diciembre de 1956, hace medio siglo, Luis Gilberto Ruiz estableció una marca mundial de natación hasta hoy incólume, completando 105 horas 30 minutos de permanencia en el agua. Más allá de esta hazaña, la vida misma de este personaje histórico es todo un récord y representa un ejemplo, pues supo con creces devolver como fecundo docente el cariño que recibió del pueblo como triunfante nadador.
La mayoría de los paraguayos de hoy, que se cruzan con él, no conocen lo que este todavía robusto octogenario, con una lucidez mental admirable, trae consigo tras una vida admirable que supo forjar con honradez y sacrificio casi secular. Esa misma tenacidad que lo llevó hace cincuenta años a batir la marca mundial de nado del argentino Pedro Candiotti (que era de 100 horas 30 minutos) y a consagrarse campeón mundial, hoy lo mantiene en pie, tras superar una afección cardiaca, aunque ya tenga que portar un bastón de apoyo, a raíz de molestias en una rodilla. Incluso hasta para describir esa dolencia muestra un gran sentido del humor y de estoica aceptación de la voluntad de un Dios que siempre ha venerado: “Algunos dicen que es artritis, otros agua en la rodilla o reumatismo; yo digo que ya son casi ochenta y cuatro años...”, reflexiona.
UN EJEMPLO DE VIDA. El profesor Luis Gilberto Ruiz representa un ejemplo de vida por donde se lo mire. Hace 50 años batió un récord mundial de permanencia en el agua, nadando desde Concepción hasta la Capital. Fue un paraguayo exitoso. Miles de asuncenos a su llegada y otros tantos compatriotas en el largo recorrido de su raid de 105 horas 30 minutos, a lo largo de la ribera del río Paraguay, le demostraron su cariño, admiración y respeto. Tenía 33 años cuando llegó al pináculo de la gloria. El éxito deportivo no le mareó. Supo cuando era el tiempo de dejar de competir. Se dedicó a su familia y siguió ganándose la vida al frente de un gran taller de reparaciones de electrodomésticos.
El destino le reservaba un duro golpe. La pérdida de su primera esposa, que dejó huérfanos a cuatro hijos del matrimonio. Siguió luchando por ellos (hoy todos ya formados y realizados) y empezó una nueva vida. Cerró el establecimiento y se entregó de lleno a la natación y al salvataje como docente, formando al mismo tiempo un nuevo hogar. Hoy vive rodeado del afecto de hijos, nietos y hasta tres bisnietas.
RECUERDOS IMBORRABLES. Los médicos ya no le permiten continuar la docencia. El natatorio que montó en su propia casa, sin embargo, sigue funcionando. El profesor Ruiz lo alquiló a otro colega que hoy lo atiende. En la calma de su retiro, sigue observando cómo cada vez más paraguayos aprenden a nadar y revive con sus álbumes, recortes, fotos, trofeos y medallas sus hazañas de antaño. “Me parece que no soy yo” –reconoce y no deja de valorar el entorno que lo ayudó a triunfar en aquel histórico raid–, “porque hubo mucha gente que me apoyó. Es inolvidable todo lo que viví al llegar. Me dieron las llaves de la ciudad. Desde la Aduana hasta Estrella, la gente saludaba apretujada y me brindaba su calor y aprecio. Me informaron que el presidente Stroessner me iba a recibir en Mburuvicha Róga. Pero yo primero del puerto quise ir hasta la Parroquia de María Auxiliadora, a profesar mi fe y mi gratitud a Dios y a la Virgen por haber logrado mi objetivo con la feliz culminación de todo el sacrificio de los entrenamientos y raids precedentes –en total fueron cinco los intentos y uno coronado por el récord–. Y así lo hice”.
LE PAGAN CON INGRATITUD. Si hay una virtud que define de pies a cabeza a don Luis Gilberto Ruiz es el don de la gratitud que atesora y le hace reconocer: “Yo doy gracias a Dios y a María Auxiliadora que me hizo hacer todo lo que hice, y porque me brindó la oportunidad, como una compensación, de enseñar a miles de paraguayos a desenvolverse en el agua y de abrazar tareas de servicio. Fue así que me tocó la suerte de ser fundador del Cuerpo de Bomberos Voluntarios del Paraguay”, reflexiona mientras hoy, ya sin poder trabajar y luchando con los achaques de la ancianidad, sigue esperando, injustamente postergado, que la lerda burocracia de nuestras autoridades le conceda una pensión graciable, que la tiene más que merecida. La misma, hace mucho tiempo gestionada mediante la nucleación de los bomberos, ha sido “cajoneada” indefinidamente, en otra repetida muestra de insensibilidad e ingratitud incomprensibles de nuestros parlamentarios.
Lo que no pudo ser: el
cruce de “La Mancha”
De los muchos escritos que refieren las proezas de Luis Gilberto Ruiz, uno de los que mejor pintan al deportista y su indomable fuego sagrado, que lo llevó a la conquista hasta hoy irrepetible de nadar más de cien horas, se lee en el libro del profesor inglés Sam Roccket, quien fue su profesor en el intento de una proeza que no pudo cumplir: el cruce del esquivo Canal de la Mancha.
Ese desafío es hasta hoy uno de los más temidos por los más avezados nadadores, porque conseguir el objetivo no depende de la calidad y capacidad de quien lo intenta sino de una serie de factores que deben conjugarse para el logro, por la peculiar manera de cambiar en forma constante las condiciones climáticas y el sentido de la corriente del agua en el lugar.
Refiere Roccket en la obra “Hace frío en el canal”, que al nadador paraguayo se le tuvo que sacar a la fuerza y con red del agua, pues no quería salir aun cuando la corriente lo arrastraba hacia la costa francesa, pues decía que no podía defraudar a su gente.
Lo describe “bamboleado como un corcho”... comenzó a tener náuseas, pero su espíritu se mantenía intacto. El progreso que este hombre hacía en el mar era asombroso. Brazada tras brazada desafiaba viento y olas”.
DEL RIACHO
DE LIMPIO AL
RÍO PARAGUAY
VACAS PROFESORAS. Su primer contacto con la natación lo tuvo en su Limpio natal. “En el Riacho San Francisco primero y después en la Bahía, ya en el club Mbiguá desarrollé la natación. Mis profesoras fueron las vacas, prendidas a cuyas colas cruzaba el riacho en mi pueblo natal para llevarlas a pastar a la otra orilla.”
DEL REMO A LA NATACIÓN. Antes de los raids era remero. Hasta que el profesor argentino Luis Perazo Galán, observando su biotipo y las aptitudes en el agua como nadador, lo convenció para intentar los raids.
LA FE DE LUQUEÑO. Las primeras prácticas las hizo desde Puerto Botánico y Remanso hasta el club Mbiguá. La gente entonces no creía que podría lograr lo que se proponía. El profesor recuerda una honorable excepción. “El Club Sportivo Luqueño fue la primera entidad que me alentó y depositó su fe en mi. Antes del raid del récord, me entregaron una medalla de oro con el símbolo del chanchito. Con el tiempo tuve la satisfacción de retribuir esa muestra de tanto afecto al venir a fundar el Cuerpo de Bomberos de Luque.”
LOS RADIOAFICIONADOS. En una época en que no existía televisión y mucho menos celulares o internet, saber lo que pasaba con el raid de Ruiz era toda una odisea. Quienes hicieron posible que lleguen las noticias, fueron los radioaficionados, montados en embarcaciones que acompañaban la travesía. De ahí se nutrían las radioemisoras y los diarios que de a poco empezaron a entusiasmar con sus descripciones a la población.
HASTA EN EL TEATRO. Creció tanto el interés que toda la gente estaba al tanto y ávida por saber dónde y cómo se encontraba Ruiz a medida que pasaban las horas y crecían las dificultades de mal tiempo, sueño y mosquitos. Llegó a tanto la sed de noticias que se llegó a interrumpir una función teatral que se daba en el “Victoria” para anunciar que gracias a los radioaficionados se sabía que había pasado uno de esos escollos y se acercaba a la meta propuesta.
LA FRONDOSA FAMILIA
Nació en Limpio, el 4 de junio de 1923
Edad: 83 años.
Hijos: 5 (Idalina Antonia, Luis Manuel, Milagros de María y Luis Gilberto, de su primera esposa Sara Poletti) y José Luis (de su actual esposa, Lucía Jara).
Nietos: 9 (Sara Carolina, María Alejandra, María Claudia, María Belén, María Paz, María Cecilia, Héctor Luis, Marcos, Juan José).
Bisnietas: 3 (Luján, María de los Ángeles y María Inés).