24 abr. 2024

Más que abrazos sin tapabocas, defender intereses ante Brasil

En lo formal, el abrazo entre los presidentes Jair Bolsonaro y Mario Abdo Benítez fue un pésimo ejemplo de incumplimiento de los protocolos ante la pandemia del Covid-19. El mandatario brasileño es conocido por su cuestionada postura temeraria ante el coronavirus, pero es grave que su par paraguayo le siga el juego. En el trasfondo, es preocupante que no se haya hablado de la renegociación del Anexo C del Tratado de Itaipú y que el Brasil haya suspendido abruptamente la declaración conjunta prevista. El presunto “casamiento perfecto” no sirve si el Gobierno paraguayo no da señales de defender a cabalidad los intereses nacionales. La proclamada generosidad brasileña, de construir nuevos puentes internacionales, resulta dudosa mientras no existan garantías de que se respetará la soberanía energética paraguaya en la gran obra hidroeléctrica compartida.

Fiel a su cuestionada temeraria actitud de desconocer los peligros del Covid-19 y de burlarse de los protocolos sanitarios internacionales exigidos ante la pandemia, el presidente brasileño Jair Bolsonaro acudió al acto de encuentro con su par paraguayo, Mario Abdo Benítez, en el acto llevado a cabo el martes en la ciudad de Foz de Yguazú, en la zona de la Triple Frontera, incumpliendo abiertamente las medidas de protección exigidas ante la pandemia, al igual que los miembros de su comitiva.

Lo más grave es, no obstante, que también haya seguido el mismo ejemplo el presidente paraguayo, Mario Abdo Benítez, quien protagonizó un abrazo con su par brasileño sin usar tapabocas ni cumplir otras disposiciones establecidas en las propias leyes que él ha firmado, que sí se imponen a la ciudadanía.

Aunque el presidente Abdo luego ha tratado de justificar las críticas que le han llovido, asegurando que continúa “invicto” ante el coronavirus tras una decena de hisopados negativos, el problema está en el pésimo ejemplo que se da a la población, cuando se encuentra en plena vigencia una ley de uso obligatorio de la mascarilla; y en momentos en que las autoridades sanitarias alertan de una nueva peligrosa escalada de contagios y muertes, ante el relajo de una mayoría.

Más allá de esta grave deficiencia en lo formal, el encuentro entre Bolsonaro y Abdo Benítez tuvo un trasfondo aún más delicado, cuando se evitó hablar de la renegociación del Anexo C del Tratado de Itaipú, y el presidente del Brasil decidió suspender abruptamente la declaración conjunta que estaba prevista en la agenda oficial, retornando a Brasilia tras una reunión en privado de ambos mandatarios.

De este modo, la percepción del mensaje es que sigue siendo el Brasil el que impone la agenda bilateral, mientras el Gobierno paraguayo mantiene una actitud claudicante en los temas energéticos, profundizando aún más los temores instalados en la ciudadanía de que se concedan más beneficios en contra de los intereses de nuestro país, tal como ha sucedido durante las negociaciones secretas de aquella polémica acta bilateral sobre la compra de potencia de Itaipú, en mayo de 2019.

El presunto “casamiento perfecto”, como ha calificado el presidente Bolsonaro a la relación del Brasil con nuestro país, no sirve de mucho si el Gobierno paraguayo no da señales de defender a cabalidad los intereses nacionales.

En el encuentro de Foz de Yguazú se ha perdido una excelente oportunidad de mostrar una actitud más firme y enérgica ante una cuestión que interesa al futuro del país. La desconfianza de que se sigan cediendo posiciones estratégicas sobre el uso y el costo de la energía, en favor del poderoso país vecino, continúa siendo grande.

El “casamiento perfecto” no debe ser una relación en que solo uno imponga las reglas y el otro las acepte dócilmente, como ha sido tradicional durante mucho tiempo.

La proclamada generosidad brasileña, de ayudar a construir dos nuevos puentes internacionales, resulta dudosa mientras no existan garantías de que se respetará la soberanía energética paraguaya en la gran obra hidroeléctrica compartida.

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