Esta semana ha sido pródiga y rica en ejemplos acerca de los cuales la ciudadanía muestra un claro rechazo y reprobación. Sabemos que somos un país desigual, injusto y lamentablemente pobre cuando podríamos no serlo. Estamos convencidos de que un sector social ha parasitado el Estado y sus instituciones asociándolo a todas las maneras más perversas de delincuencia.
El Gobierno está infestado de termitas (kupi’i) que amenazan no solo el Palacio de López, sino con demoler por completo la democracia. El ministro de Obras sugirió al presidente desalojarlo si no desea que la estructura termine por acabar con sus ocupantes de ocasión. El primer mandatario asintió y se marchó a Oriente. Una metáfora que describe muy bien al Estado paraguayo: torpe, incompetente, caro, corrupto e infestado de larvas.
Sus sostenedores están cansados de pagar tributos a una clase parasitaria que además en la semana ¡pide trabajar menos y ganar más! Ahí la reacción ha sido vigorosa. El clamor popular llegó al Senado, donde se debatió en torno a bajar los salarios de los legisladores, a lo que se opuso la mayoría, pero no por mucho tiempo. El malestar golpea las puertas del poder y todo será cuestión de meses.
Mientras, los analistas más lúcidos afirman que el 98% de los cargos públicos serán sustituidos en el 2023; aquí nos empeñamos en dar muestras de que estas cosas nunca pasarán en Paraguay mientras se sostenga el sistema como sea. No importa la cantidad de termitas y otras plagas, la idea dominante es que nosotros no llegaremos a la mentada automatización porque sencillamente cuando eso se pretenda, se “caerá el sistema”.
El Paraguay es el país que mejor paga a sus funcionarios públicos en América Latina y es el que destina el porcentaje mayor de su presupuesto para dicho menester, es también el país que tiene más computadoras por funcionarios, pero donde cualquier trámite burocrático no se mueve sin un gestor pagado y contratado por el afectado.
Es tan insoportable el tema que esta semana el ministro de Educación escribió una carta a su colega de Hacienda, pidiéndole que habilite una caja especial para agilizar los trámites de más de mil de sus funcionarios jubilados... pero sin cobrar. Los costos de los trámites para cualquier actividad –desde el pago por servicios o compras de insumos– no se mueven sin aceitar y ese porcentaje se carga en el producto o la acción prestada y, por supuesto, carga sobre el bolsillo del contribuyente.
“Liberar el cheque” es un clásico del Estado paraguayo y varios cobran los peajes para dicha tarea. Los que lo hacen son parte de los 55 sindicatos del sector público que piden trabajar seis horas y no ocho, y desean un incremento del 20% en sus salarios. Si creen que reduciendo en dos horas el tiempo trabajado es suficiente y ahorra dinero al Estado, pues bien deberíamos reducir el volumen de 300.000 funcionarios a la mitad, total la tarea puede ser hecha en menos tiempo y, por supuesto... con menos gente.
La gran revolución de este país vendrá por el camino de la gestión del Estado. Los funcionarios están desafiando a sus mandantes y estos últimos son hoy más conscientes que nunca de su poder y no están dispuestos a seguir tolerando los excesos.
El MEC pidió triplicar el presupuesto para seguro médico de sus empleados, cuando lo que se debería hacer es crear un instituto de salud que provea el servicio a todos los funcionarios y no destinar millonarias sumas pagadas a sanatorios privados. Claro, esto conspira contra el negocio de ambos lados del mostrador.
El malestar sigue creciendo y el Estado con sus funcionarios fingen demencia al tiempo de azuzar el odio y el desprecio de sus mandantes: los ciudadanos. Y así esto no puede durar mucho.