Desde las prendas de vestir falsificadas –algunas hasta de buena calidad, otras de dudosa–, los productos de consumo masivo introducidos sin pagar los cánones establecidos, pasando por combustible para los vehículos, medicamentos e insumos agrícolas, adquirirlos de manera informal como que ya no nos avergüenza, y hasta está quien se da el tupé de poner con orgullo en la mesa un par de botellas de vino de alta calidad… pero sin la etiqueta del importador.
Guardamos con prudente reserva grandes expectativas con relación a las gestiones del gobierno entrante en cuanto a las acciones a tomar al respecto, titánicos desafíos que hasta el momento no han sido o no quisieron ser abordados y atacados con la fuerza y convicción necesarias. Detrás de las excusas –porque son solo eso– que se esconden bajo la argumentación de que la falta de circulante, necesidad de la gente de llevar productos a su mesa y tantos otros, en realidad, solamente se está solapando un esquema mafioso, instalado y perversamente administrado desde hace décadas en nuestro país.
Con un volumen de comercio subterráneo cercano al 50% a nivel territorial (que implica evasión de impuestos aduaneros y municipales) no nos debe sorprender un grado de subempleo del 45% o más, como así tampoco la alta tasa de desempleo. La corrupción tiene muchas artistas, y la informalidad comercial, aparentemente un mal menor, permea en todas las demás y roba oportunidades a la industria, el agro, el empleo formal y la institucionalidad que debemos arraigar de una vez por todas.
¡Inconcebible! No cabe otra expresión al ver desfilar en Clorinda y Puerto Elsa a miles de personas y cientos de vehículos, incluso a paraguayos con mayor capacidad económica, para aprovechar estas ventajas. ¿Ventajas para quién? Reflexionemos un momento sobre lo siguiente: ¿Realmente tiene buen sabor aquello adquirido por delivery y cruzado en una balsa precaria por el río Paraguay a Asunción?
Creería más bien que sabe a sudor de la población que no encuentra oportunidades verdaderas y, en el mejor de los casos, se dedica a trabajar en cualquier cosa.
Las comparaciones tienden a ser odiosas… salvo que las usemos a nuestro favor. Que es lo que hacemos cuando, comparando nuestros actos con “lo que hacen todos luego”, buscamos justificarnos. El país que queremos lo tenemos que hacer en conjunto, de forma tal que lo que beneficie a unos necesariamente beneficie a todos y entender también que cada acción incorrecta llevada a cabo por uno solo, perjudica por igual a los demás.