Por Gloria B. Rolón L.
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Las actuaciones de una persona sometida a presión, en psicología, suelen ser más que reveladoras. Usted, yo y la mayoría de los paraguayos, paraguayas y quienes habitamos este bendito país, en la semana que pasó –muchos de
nosotros sin ser psicólogos– fuimos testigos de hasta dónde pueden llegar ciertos personajes del Parlamento Nacional cuando lo “coyuntural” –como acostumbran decir ellos mismos– los pone a prueba.
“Hubiera asesinado a unos cuantos manifestantes”, aseguró el senador nicanorista Julio Colmán, el jueves, en declaraciones a los medios de prensa.
Yo le creo y no me queda la menor duda de que usted también le cree, ¿verdad?
El muy envalentonado “representante del pueblo”, con semejante afirmación, se refería –obviamente– a los estudiantes, médicos, enfermeras y trabajadores del Hospital de Clínicas que impidieron –por unas horas– que los legisladores abandonaran el edificio del Congreso. El motivo: momentos antes, en sesión plenaria, la Cámara de Senadores les recortó su presupuesto incluso por debajo del que le destinaron para el año que concluye en unos días más. ¡Qué locura, Dios nuestro! Locura digo, tanto por las expresiones del bravucón senador como por la decisión del plenario.
Pero, y hete aquí lo más alarmante de todo: Colmán no fue el único en hacer gala de sus posibilidades cuando de actuar con mucha adrenalina se trata.
Bader Rachid Lichi no solo amenazó, sino que llegó a sacar un arma de fuego y hasta golpeó a estudiantes de medicina que intentaron impedir que él y su lujoso Mercedes-Benz abandonaran el Parlamento (Última Hora del jueves 30 de noviembre del 2006, página 15). Al día siguiente de su “stripper siquiátrico”, este senador pidió disculpas ante las cámaras de tevé, algunas grabadoras y celulares de periodistas acreditados ante el Congreso.
Sin embargo, era muy tarde, ya había dejado ver, a quien quisiera verlo, su “súper yo”, como diría Sigmund Freud. Y, sinceramente, por lo menos a mí me dio miedo y vergüenza.
Miedo, porque, no olvide usted señor, usted señora, que Leoncio Piatti, sí, ese patético personaje que nueve días atrás disparó y asesinó a Josías Adán Valiente, el adolescente que manifestaba su alegría por el triunfo de su club querido, Cerro Porteño, frente a su casa, también pidió disculpas después.
Y vergüenza, porque no podemos seguir teniendo a semejantes personalidades fungiendo de representantes del pueblo.