25 abr. 2024

Los costos de una pandemia exigen medidas centradas en la gente

Se viene la pandemia del coronavirus sin que se acabe la epidemia del dengue. Como en este último caso, los costos económicos reales se darán en una infinidad de dimensiones: Reducción de los ingresos laborales, pérdida de rentabilidad de los emprendimientos productivos, gastos de bolsillo en cuestiones médicas, endeudamiento, morosidad, aumento del gasto público en salud, entre otros. El Gobierno cuenta con la capacidad suficiente para analizar esta situación y plantear medidas para enfrentarla a partir de datos rigurosos y con metas bien definidas, focalizadas en el bienestar de la población.

Los costos económicos del coronavirus son desconocidos. Lo que sí podemos asumir es que serán enormes y afectarán de manera sustancial a las familias de menores recursos, con trabajadores en el sector informal o en ocupaciones de baja productividad y a las micro, pequeñas y medianas empresas que no cuentan con mecanismos de mitigación de este tipo de riesgos.

Uno de los costos directos es la pérdida de empleos o la reducción de las horas de trabajo. Alrededor del 25% de la población vive por debajo de la línea de pobreza, cerca del 40% está fuera de la pobreza, pero muy cerca, por lo cual se podría ocasionar una reducción de los ingresos laborales y con ello hacerlos caer por debajo de la línea.

La mal llamada “clase media”, según distintas mediciones, ocupa otro 25%. Sin embargo, una gran proporción de esta clase media no cuenta con empleos seguros; es decir, también trabaja en el sector informal, en pequeñas o medianas empresas sumamente vulnerables a cualquier evento que pueda afectar sus ventas. Tampoco cuenta con seguridad social de manera a mitigar, al menos superficialmente, el gasto de una enfermedad.

La situación se agrava si consideramos que una gran proporción de personas ya viene sufriendo las consecuencias económicas del dengue y de los malos servicios públicos que, en el caso del Paraguay, en lugar de ayudar a prevenir las causas y contribuir a paliar los efectos en al menos una parte, la complican aún más.

En el caso del dengue, todas las instituciones públicas fallaron. No hay una toma de conciencia sobre el impacto de la deforestación en la vida de las personas, no hay penalización a quienes están incumpliendo la ley en ese ámbito o en la limpieza de sus terrenos y casas. En el caso del coronavirus, antes de empezar el contagio, la principal institución pública encargada de proteger al consumidor lo dejó totalmente vulnerable a conductas oligopólicas con el argumento del “libre mercado”. Igual con el transporte público, la autoridad no es capaz de hacer cumplir una normativa y la ciudadanía debe hacerla cumplir con los puños.

Si el Gobierno no actúa de una vez, al menos en su rol regulador y prestador de justicia, que son indelegables, los costos de dos epidemias seguidas serán incalculables, no por la dificultad de cuantificarlas, sino por la dimensión que tomará, incluyendo el aumento de la pobreza. El costo será elevadísimo y afectará a determinados grupos en particular. El Gobierno, además de regular y hacer cumplir regulaciones, debe implementar políticas para reducir estas consecuencias económicas, pero atendiendo a los afectados de manera directa.

Los recursos públicos que se destinen a mitigar el impacto económico deben tener como objetivo el bienestar de las familias. El Gobierno debe tener bien claro en dónde estarán los peores efectos laborales, ya sea ramas económicas, tamaño de las empresas, efecto multiplicador y con justificaciones claras, impulsar medidas, monitorear los resultados y rever la estrategia si observa que no se llega a la meta. El sector público tiene diversas instancias, con funcionarios que deberían estar haciendo estos estudios, ya desde el inicio del dengue, con base en datos serios y argumentos sólidos para plantear las respuestas que requiere el país.

Más contenido de esta sección
Las ventas al público en los comercios pyme de Argentina cayeron un 25,5% interanual en febrero pasado, golpeadas por la pérdida de poder adquisitivo de los consumidores a causa de la elevadísima inflación, y acumulan un declive del 27% en el primer bimestre del año, según un informe sectorial difundido este domingo.
El mandatario decidió crear el fondo nacional de alimentación escolar esperando un apoyo total, pues quién se animaría a rechazar un plato de comida para el 100% de los niños escolarizados en el país durante todo el año.
Un gran alivio produjo en los usuarios la noticia de la rescisión del contrato con la empresa Parxin y que inmediatamente se iniciaría el proceso de término de la concesión del estacionamiento tarifado en la ciudad de Asunción. La suspensión no debe ser un elemento de distracción, que nos lleve a olvidar la vergonzosa improvisación con la que se administra la capital; así como tampoco el hecho de que la administración municipal carece de un plan para resolver el tránsito y para dar alternativas de movilidad para la ciudadanía.
Sin educación no habrá un Paraguay con desarrollo, bienestar e igualdad. Por esto, cuando se reclama y exige transparencia absoluta en la gestión de los recursos para la educación, como es el caso de los fondos que provienen de la compensación por la cesión de energía de Itaipú, se trata de una legítima preocupación. Después de más de una década los resultados de la administración del Fonacide son negativos, así como también resalta en esta línea la falta de confianza de la ciudadanía respecto a la gestión de los millonarios recursos.
En el Paraguay, pareciera que los tribunales de sentencia tienen prohibido absolver a los acusados, por lo menos en algunos casos mediáticos. Y, si acaso algunos jueces tienen la osadía de hacerlo, la misma Corte Suprema los manda al frezzer, sacándolos de los juicios más sonados.
Con la impunidad de siempre, de toda la vida, el senador colorado en situación de retiro, Kalé Galaverna dijo el otro día: “Si los políticos no conseguimos cargos para familiares o amigos, somos considerados inútiles. En mi vida política, he conseguido unos cinco mil a seis mil cargos en el Estado...”. El político había justificado así la cuestión del nepotismo, el tema del momento.