Por pa’'i Oliva
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En esta noche los ausentes de la patria estaremos más presentes que nunca en ella. Nuestras madres, hermanos y amigos, en su visita a Caacupé, van a pronunciar nuestros nombres en medio de una oración.
Nos recordarán. Se preguntarán cómo estamos en España. Sus peticiones para nosotros los emigrantes serán como buenos consejos “vía” el cielo. Todo con pocas palabras y mucho sentimiento. En el fondo temen que los olvidemos. Sobre todo cuando es una madre o un padre el que marchó del Paraguay. Y más de una persona llorará recordándonos.
A nosotros en la fría España, estamos en invierno, nos toca ponernos en estado de escucha. El que aprendió a rezar abriendo el corazón para que la plegaria de Caacupé nos llene. Muchos pondrán una canción en guaraní para abstraerse y quedar en silencio.
Lo importante es que tanto unos como otros, en este intercambio de sentimientos, caigamos en la cuenta de que la emigración no es porque Dios lo haya determinado así ni por mera casualidad. Emigrar en nuestro pueblo es una necesidad ante la falta casi absoluta para muchos de horizonte laboral en su valle. Y esto sucede por el egoísmo de unos pocos perfectamente integrados en un sistema económico aun más egoísta.
En un día de tantos sentimientos como el de hoy, víspera de Caacupé, hace sufrir pero hay que decirlo. La emigración económicamente forzada como la nuestra, es señal del tremendo fracaso de un sistema y de unos gobernantes que no valen.