Si algo mide nuestra incompetencia organizativa como sociedad es la lluvia.
Cuando falta es porque no hicimos la tarea de evitar el calentamiento global, deforestamos y cooperamos para que la sequía sea parte de nuestras pérdidas económicas anuales. Cuando cae como en esta semana, sus efectos también son devastadores.
Calles sin desagües se convierten en trampas mortales, arrastrando a su paso todo lo que encuentre. Debemos ser de los pocos países que tienen letreros para indicar por dónde circular en días de lluvias cuando que deberían ser resueltos estos nudos trágicos cuando no llueva.
Las obras públicas que resuelvan este drama no se hacen cuando deben y nos lamentamos en consecuencia.
Las lluvias son cada vez más copiosas y sus costos en jornadas sin trabajo por falta de luz, árboles caídos, clases sin desarrollar, casas destechadas y graves riesgos de perder la vida nos muestran nuestra inveterada imprevisibilidad.
El “metele nomás” nos hace atropellar raudales o autorizar vuelos que casi acaban en tragedia.
El avión que vino de Chile jamás debió ser autorizado a continuar vuelo a Asunción debido a las condiciones de lluvia en la zona, pero lo hizo con preguntas sin resolver sobre cómo no terminó en tragedia. Una investigación rigurosa requiere el tema como una demanda colectiva a los administradores públicos para disminuir drásticamente los costos que pagamos todos en días de lluvia.
Drama colectivo. “Cada vez que llovió… paró” no sirve para explicar nuestro drama colectivo que revela también una profunda corrupción.
Rutas que se hunden, puentes que colapsan y sumideros trabados de basura son solo parte de lo avieso que emergen cuando llueve en este país. Nadie piensa ni hace las soluciones cuando deja de llover y así seguimos desde décadas en nuestro país.
“El Paraguay tras la lluvia”, como decía Roa Bastos, nos muestra el lado más perverso de nuestra sociedad. El de la dejadez, imprevisión, irresponsabilidad y corrupción. Ahora que estamos en campaña sería bueno escuchar de los candidatos abordar este tema. Por lo menos servirá para saber que se preocupan. Después debemos exigir que se ocupen.
El raudal de la incompetencia mata.