El panorama es desolador en J. Augusto Saldívar, donde los pobladores dependen en gran medida de la venta de hortalizas y, principalmente, de verdeos, donde la lechuga es el rubro más demandado y, a la vez, el más afectado por la sequía y el extremo calor. Aunque los precios subieron, los horticultores refieren que muchas veces no compensan los gastos de las fincas.
Aun con mallas de mediasombra y sistema de riego, las plantas mueren con las temperaturas de más de 40 grados. El productor Nelson Pereira comentó que en su caso riega entre cuatro a cinco veces al día, pero igualmente los verdeos no resisten.
La ciudad se dedica a la producción de rúcula, perejil, cilantro y lechuga, que son altamente demandados en temporada de verano. “Casi todos nos dedicamos a eso y la gente está desesperada”, dijo al respecto Pereira.
Hay casos de pobladores que llegaron a sembrar en tres ocasiones y aún así no tuvieron éxito. Por esta razón muchos quedaron sin empleo en esta época.
Una de las modalidades de trabajo consiste en la distribución de ganancias entre el inversionista y los trabajadores, donde el primero dispone de tierra e insumos, mientras que el segundo se encarga de los cuidados diarios de la huerta. Sin embargo, con este clima, no se pudo sostener el nivel de empleo en cada finca.
Jerson Núñez, otro productor de la zona, mencionó que incluso algunos vecinos están abandonando la producción en esta temporada para retomar en el otoño, época en que las plantas muestran mayor resistencia.
Los horticultores advirtieron que si bien están acostumbrados a echar semillas en verano, este año la sequía golpeó más fuerte. Actualmente, están obteniendo como máximo cinco docenas plantas por parcela, cuando antes lograban alcanzar 20 docenas.
A esto se suma que las lechugas se arrancan muy temprano, con las hojas pequeñas, por miedo a esperar el ciclo de un mes y que, finalmente, las hojas se destruyan.
Esta situación repercute en los precios. Si bien subió de G. 2.000 a incluso G. 4.000 en las fincas, muchas veces estos valores no compensan debido a la poca cantidad de producción.
Núñez comentó que la inversión para cultivar en una hectárea asciende a unos G. 100 millones, recursos que no muchos pobladores tienen para gastar en sus huertas y menos ante el riesgo de perder toda la producción.
Tanto Pereira como Núñez refirieron que no recurren al Ministerio de Agricultura y Ganadería porque implica una gran burocracia y una incertidumbre cuando se necesita de asistencia.