Por José Nicolás Morínigo A.
No es fácil cambiar el funcionamiento de las diferentes partes organizativas del Estado, si solo se cambia la cúpula de los administradores del poder. El Estado está conformado por políticos que acceden a él por el voto popular o son nombrados institucionalmente, ellos son los funcionarios que conforman el estilo burocrático de funcionamiento del Estado. En nuestra sociedad, la burocracia no tiene las características señaladas de la racionalidad técnica que Max Weber, con optimismo, le atribuía a este tipo de organización. Por eso, no es fácil cambiar a la Policía, dejando que sigan las mismas personas, que mediante sus conductas permitían, en parte, que la organización cumpla con una función institucional, que es justamente lo que se busca cambiar.
Las instituciones están reglamentadas por normas (aspecto jurídico), pero también por una praxis social que crea las condiciones para su funcionamiento (aspecto sociológico, etcétera).
La acción represiva desproporcionada ejecutada por la Policía, el miércoles pasado, como consecuencia de la protesta campesina, según lo vimos varias veces por la televisión, exige un sereno razonamiento, que debemos hacer por el bien de la sociedad paraguaya y por el respeto irrestricto de la dignidad humana y el régimen democrático.
Los que hoy conducen el aparato del Estado no pueden argumentar que la conducta depende de la institución en donde se prestan los servicios, porque en ese caso nadie tendría la responsabilidad por sus actos. Si la afirmación anterior fuera cierto, ¿de qué valdría permitir el acceso de otros al poder político? Al llegar al poder, el poder mismo alteraría la concepción de la justicia, de la dignidad humana, la idea de la solidaridad y la libertad. Eso pensaba el economista-sociólogo W. Pareto, quien en su Teoría de las Elites decía que la historia no es sino un “cementerio de aristocracias”.
Los grandes desafíos para producir el cambio se dan en tres niveles fundamentales: a) el nivel educativo es fundamental. El proceso educativo es la transferencia de conocimientos, valores y pautas de comportamientos. Si no se plantea, los cambios no pasarán de ser sino cambios deseados, pero sin efecto en la sociedad; b) el nivel organizativo es clave para transformar la estructura social de las instituciones. Replantear su esquema organizativo, sus instancias de conducción y la asunción de nuevas responsabilidades requiere nuevos o antiguos miembros, todos con los nuevos valores institucionales que se desean impulsar, y c) el nivel personal: si las personas que antes hacían funcionar a las instituciones continúan en las mismas funciones, es muy difícil que sus conductas del presente sean diferentes de sus conductas anteriores.
Dirigir un proceso de cambio implica serias responsabilidades que reclaman dos cuestiones fundamentales: a) capacidad para la dirección intelectual, no como tarea individual, sino colectiva y b) capacidad moral, para dirigir, distinguiendo permanentemente: lo bueno de lo malo, lo justo de lo injusto, las conductas solidarias de las conductas individuales y egoístas.
Lo que pasó el miércoles en las calles de Asunción no solo requiere conocer quiénes son los culpables, sino sobre todo intentar explicar por qué ocurren estos hechos.
Lo que resulta insostenible es pretender justificar ciertas conductas, exactamente igual a las justificaciones que fueron dadas en otro tiempo, durante un régimen político al que las paraguayas y los paraguayos hemos pasado a la historia. Queremos avanzar hacia la construcción de un régimen democrático y pluralista.