29 mar. 2024

La responsabilidad de una vida política

Blas Brítez

Me gustaría empezar por tu vida, ya que has escrito un libro sobre una filósofa de la vida como Arendt. Contigo son tres generaciones de Báez al servicio del pensamiento, ¿no? ¿La primera mujer? ¿De dónde viene esta tradición familiar?

—Creo que sí, soy la primera mujer en tres generaciones al servicio del pensamiento. Es una tradición familiar, no solamente de estas tres generaciones (Jorge Báez Samudio y Jorge Baez Roa, abuelo y papá, respectivamente). También Cecilio Báez (tío bisabuelo), uno de los grandes intelectuales del Paraguay, es parte de mi familia. Cómo decir de dónde viene esta tradición familiar… justamente eso: la transmisión de patrones heredados a través de las generaciones. Me queda a mí el trabajo y la labor de continuar de manera digna y honesta.

—El nombre de Arendt habita cada vez más nuestro tiempo, con relecturas y resignificaciones sobre su obra, a raíz del resurgimiento de la tentación totalitaria, acaso con otras características que la pensadora alemana no alcanzó a conocer.

—El pensamiento de Hannah Arendt nace en un contexto histórico sumamente convulso, el totalitarismo, y lleva la huella de su vivencia personal. A pesar de eso, no queda encerrado en su situación, sino que se plantea preguntas que siguen preocupando al hombre actual. La vigencia de sus ideas se hace patente por la gran cantidad de estudios que se han publicado y siguen publicándose sobre ella. La filósofa formada en la fenomenología de Heidegger y el pensar existencial de Jaspers busca la creación y mantenimiento de un espacio público de aparición que garantice el derecho a tener derechos.

Cuando Hannah Arendt murió en diciembre de 1975, era conocida principalmente por la controversia de su informe sobre el juicio de Adolf Eichmann y la frase “la banalidad del mal”. Un pequeño círculo de admiradores y críticos en los Estados Unidos y Alemania conocían sus otros trabajos, pero apenas se la consideraba una pensadora política importante. En los años transcurridos desde su muerte, la escena ha cambiado radicalmente. ¿Por qué este creciente interés, y por qué el reciente aumento de interés en su trabajo? Arendt fue notablemente perceptiva sobre algunos de los problemas más profundos, perplejidades y tendencias peligrosas en la vida política moderna. Muchos de estos no han desaparecido; se han vuelto más intensos y más peligrosos. Cuando Arendt habla de “tiempos oscuros”, no se refiere exclusivamente a los horrores del totalitarismo del siglo XX. Ella dice: “Si es función del ámbito público arrojar luz sobre los asuntos de los hombres al proporcionar un espacio de apariencias en el que puedan mostrar de hecho y en palabras, para bien o para mal, quiénes son y qué pueden hacer, entonces la oscuridad ha llegado cuando esta luz se extingue por “brechas de credibilidad” y “gobierno invisible”, por un discurso que no revela lo que es, sino que lo oculta bajo la alfombra, por exhortaciones, morales y de otro tipo.

—La distinción que ella hace de un pensar “profesional”, la filosofía, y un pensar esencial al ser humano, ¿es una distinción necesaria hoy día?

—Para Arendt, la ideología totalitaria tiene éxito precisamente porque destruye el proceso de pensamiento. Pensar no es propiedad exclusiva de unos pocos de élite. Todo ser humano es una criatura pensante que posee un potencial de reflexión y juicio independiente. Si Vita Activa demuestra algo, es que Arendt era la encarnación viva de su creencia de que pensar siempre significa pensar críticamente. El pensamiento socava las reglas rígidas y las generalizaciones. Todo lo que sucede en el pensamiento puede ser examinado. Por lo tanto, no hay pensamientos peligrosos, ya que todas las ideas peligrosas pueden verse socavadas por nuevos pensamientos. El no pensar, por el contrario, plantea el peligro real. El significado histórico de lo político está, según Arendt, en la libertad.

—¿Es posible pensar sin barandas? ¿Hacer del pensamiento un modus vivendi que incluya la política sin excluir a los demás?

—Hannah Arendt fue una de las pensadoras políticas seminales del siglo XX. El poder y la originalidad de su pensamiento fue evidente en obras, como Los orígenes del totalitarismo, La condición humana, Sobre la Revolución, Vida del espíritu. En estos trabajos y en numerosos ensayos, ella lidió con los eventos políticos más cruciales de su tiempo, tratando de comprender su significado e importancia histórica, y mostrando cómo afectaron nuestras categorías de juicio moral y político. Lo que se requería, en su opinión, era un nuevo marco que nos permitiera aceptar los horrores del siglo XX, el nazismo y el estalinismo. Proporcionó dicho marco en su libro sobre el totalitarismo y desarrolló un nuevo conjunto de categorías filosóficas que podrían iluminar la condición humana y proporcionar una nueva perspectiva sobre la naturaleza de la vida política. Dado que Arendt temía que la falta de irreflexión, inconsciencia estuvieran en la raíz de los crímenes nazis, sospechaba que una exploración adecuada del pensamiento podría proporcionar una solución al problema del reciente genocidio. Como resultado, proyecta una exploración de pensamiento que adquirió tanto la experiencia de la contemplación como los relatos tradicionales de su actividad. Su pensar “sin barandillas” se refiere a la descripción de su experiencia de pensar, una actividad que ella se permitió sin ninguno de los pilares de apoyo tradicionales religiosos, morales, políticos o filosóficos; no es un pensar en el vacío, es una reflexión.

—Para un país acosado por doscientos años por esa doble vertiente autoritaria y nacionalista, como es el nuestro, ¿qué puede decirle directamente Arendt?

—Para contrarrestar sus advertencias sobre los peligros políticos de la vida contemporánea, elaboró una concepción gruesa y texturizada de la dignidad de la política. Al igual que el buceador de perlas en La tempestad, de Shakespeare, ella trató de recuperar las perlas del pasado cuando la política de libertad pública se manifestó concretamente, ya sea en la polis griega, la Revolución Americana, la Comuna de París o el levantamiento húngaro de 1956; fue implacablemente crítica con todas las apelaciones a la necesidad histórica. Debido a nuestra natalidad, nuestra capacidad de actuar y de pensar, siempre podemos comenzar algo nuevo, es decir, empezar antes de que se convierta en un evento histórico; esa es la capacidad suprema del ser humano. El tema más profundo en Arendt es la necesidad de asumir la responsabilidad de nuestras vidas políticas. Advirtió contra ser seducida por el nihilismo, el cinismo o la indiferencia. Ella resistió la falsa esperanza y la falsa desesperación. Fue valiente al describir la oscuridad de nuestro tiempo: mentira, engaño, autoengaño, creación de imágenes y el intento de destruir la distinción entre la verdad y la falsedad. Su definición de la dignidad de la política tiene la intención de proporcionar un estándar crítico para juzgar lo que falta hoy en día, donde hay muy pocas oportunidades para participar, actuar en concierto y entablar un debate genuino con nuestros pares. Debemos resistir la tentación de abandonar la política y asumir que no se puede hacer nada frente a toda la injusticia, el engaño y la corrupción actuales. Porque hacerlo es permitirnos ser cómplices de lo peor. El proyecto de toda la vida de Arendt fue entender, comprender y hacer esto de una manera que confronte honestamente la oscuridad de nuestro tiempo y las fuentes de iluminación.


La ensayista María Gloria Báez publica un meduloso libro sobre la pensadora alemana Hannah Arendt, cuyo pensamiento adquiere hoy una sólida vigencia.

Filosofía

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