De hecho, muy recientemente han anunciado las autoridades monetarias que ya es posible observar algunas señales optimistas en las últimas semanas.
Sin embargo, es necesario tener muy en cuenta que una vuelta a la “normalidad” anterior es insostenible social, económica y políticamente. Es por esto por lo que el Gobierno debe implementar necesarias medidas para garantizar que el efecto multiplicador del crecimiento económico en los próximos años sea mayor que el de los últimos quinquenios.
Es más, entre 2013 y 2018 el crecimiento promedio del 4% anual prácticamente no tuvo impacto positivo en los indicadores laborales. El desempleo creció, los ingresos laborales se redujeron levemente y la informalidad se mantuvo.
La reducción de la pobreza se ralentizó y perdió su tendencia sistemática a la baja ya que en 2016 registró un incremento. La proporción de familias que logró dejar la pobreza se mantuvo muy cerca de la línea y, probablemente, vuelva a su condición original.
La clase media que verificó un aumento durante los años de crecimiento económico también es altamente vulnerable. Sus empleos son precarios, sin mecanismos de protección social, con pequeñas y medianas empresas sin acceso al sistema financiero ni a políticas que aumenten su resiliencia frente a la magnitud de la crisis generada por la pandemia.
Probablemente, esta clase media deberá sacrificar ahorros o activos para sobrellevar la crisis, pérdidas que difícilmente puedan ser recuperadas en el futuro dada la escasa capacidad de derrame que tiene el crecimiento económico. Probablemente este sector deba incluso postergar decisiones de inversión, por ejemplo, en capital humano o en vivienda, con lo cual no solo impactan en su capacidad productiva y de resiliencia sino también en el conjunto de la economía.
El Gobierno debe entender que volver a la “normalidad” anterior con una “recuperación económica” que vaya en paralelo a un aumento de la pobreza, y un debilitamiento de la clase media, pondrá en riesgo cualquier posibilidad de crecimiento en el mediano y largo plazo, obstaculizando la aspiración de mejoras.
El mayor fracaso de la gestión económica del Gobierno será combinar crecimiento del PIB con pobreza y pérdida de ingresos en la clase media. Autoridades y funcionarios de las instituciones públicas con competencia en la política económica deben superar la comodidad que les dio el crecimiento pasado con estabilidad macroeconómica.
El contexto cambió radicalmente, lo que les exige mayor esfuerzo intelectual para diseñar e implementar los cambios que requiere la estructura económica, de manera a generar mayor nivel de empleo y dinamismo de las mipymes, diversificación productiva y de mercado.