Sábado|22|NOVIEMBRE|2008-andres@uhora.com.py
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Fue bueno verlos trabajar y percibir que algunas cosas están cambiando positivamente en el Paraguay, aunque a veces no lo parezca. Fue bueno comprobar que, aún con la precariedad de recursos, hay policías y fiscales que se esfuerzan por hacer un mejor trabajo, por mostrar eficiencia y profesionalidad, usar la inteligencia, respetar la dignidad y la seguridad de las víctimas, poner en primer lugar el valor de la vida.
El jueves me tocó cubrir y acompañar, junto al compañero Wilson Ferreira, el caso del niño C. E. M., de 10 años de edad, secuestrado en la ciudad de Santa Rita, Alto Paraná, y quedé gratamente sorprendido por la rápida y eficaz manera en que los agentes policiales, especialmente los de la Unidad Antisecuestro, junto a la fiscala Graciela Vera Colmán, consiguieron en pocas horas que el menor sea liberado y devuelto sano y salvo a sus padres y familiares, sin pagar rescate.
Aunque tuvieron la suerte de que el plagio fue cometido por una banda amateur e improvisada, se notó la prontitud con que tanto la Policía del Alto Paraná, como la unidad especializada de la capital, acudieron a cubrir el terreno, a desplegar una tarea investigativa que produjo positivos resultados, aunque manteniendo el debido cuidado de no entorpecer las negociaciones y poner en peligro la vida del niño.
El uso de la tecnología fue clave para localizar la zona exacta desde donde los secuestradores realizaron cerca de 15 llamadas desde un teléfono celular, pero se descartó todo intento de un rescate por la fuerza. La Policía supo retroceder y mantenerse distante cuando hubo que hacerlo, al igual que los periodistas.
Destacable fue la estrategia que desplegó la fiscala Vera Colmán, quien al percibir que no eran criminales profesionales y peligrosos, recurrió a la prensa para divulgar abundante información, creando la sensación de una aparatosidad policial y periodística que desesperó a los captores, al punto de resignarse a cobrar todo rescate y devolver al niño.
Pudo haber sido una historia trágica, pero acabó bien y rápido. A las 10.30 de la noche, ya en la quietud familiar del comedor de su humilde casa, un cansado pero feliz Walter de Mello, mientras acariciaba una y otra vez a su hijo recuperado, confesó: “Ahora siento que los policías y los periodistas son mis mejores amigos”. Y cuando una colega le preguntó si pensaba irse del Paraguay, respondió: "¿Por qué? Si las autoridades responden así, podemos sentirnos seguros”.
Me quedé pensando. Tal vez la seguridad no implique que no sucedan los crímenes y delitos, sino que tengan una rápida y eficaz respuesta por parte del Estado. Esta policía que actuó tan bien en Santa Rita, ¿no es acaso la misma a la que hasta hace poco acusábamos de corrupción, impunidad, partidización? ¿Será que solo necesitaba una condición política diferente, para mostrar que puede convertirse en otra policía?