Todo Gobierno que inicia debe tener un relato, una propuesta de valor, una promesa para la ciudadanía. Se lo construye durante la campaña, se lo reafirma durante la asunción al cargo y se espera que lo sostenga y, sobre todo, que lo cumpla durante el periodo que le toca gobernar.
No me refiero precisamente a los programas de gobierno, que normalmente son enunciados más generales con los grandes y prolijos objetivos que ahí se mencionan. Se trata más bien de encontrar la idea clave que pueda resumir el planteamiento central de los nuevos actores que asumen el poder.
En este nuevo Gobierno que se inicia esta semana, creo que esa idea fuerza en términos de la promesa de valor planteada, se refiere fundamentalmente al tema de la institucionalidad de la República.
Tamaña promesa apunta sin duda al tema central que va a definir el grado de desarrollo futuro del Paraguay. Y partimos de una situación de gran deterioro con la sensación de que en muchos casos la institucionalidad se debilita aún más.
En un famoso libro llamado Por qué fracasan los países, escrito en el año 2013 por dos afamados economistas americanos Acemoglu y Robinson, realizan un exhaustivo análisis de los motivos principales por los cuales algunos países logran transitar más raudamente los caminos del desarrollo y otros quedan estancados.
En términos generales, los países más atrasados o estancados enfrentan tres tipos de situaciones:
-En primer lugar, sus principales instituciones están conformadas por personas que tienen una lógica extractiva que busca en su accionar principalmente la captura de renta para beneficio propio, abusando de los recursos del Estado de diferentes maneras y complicando enormemente la posibilidad real de crear bienes públicos que beneficien a todos por igual.
En segundo lugar, la clase política dominante y los poderes fácticos tienen la capacidad de construir mecanismos y articulaciones que los protejan sistemáticamente de cualquier elemento que pudiera poner en riesgo el statu quo y, por ende, la continuidad de su lógica extractiva. Algo así como la defensa corporativa que vimos recientemente en la Cámara de Diputados.
Y, finalmente, son sociedades donde la ciudadanía en general tiene serias dificultades para organizarse efectivamente y a través de la denuncia, la demanda, la protesta y la acción colectiva lograr ir rompiendo las bases de sustentación de esas instituciones extractivas.
Los dos primeros elementos mencionados se encuentran muy vigentes en nuestro país, particularmente en instituciones claves de un Estado de derecho, como, por ejemplo, en la Justicia, y como vimos patéticamente con el caso Ibáñez en el Poder Legislativo, al igual que en varias instancias del Poder Ejecutivo.
No todo está mal por supuesto y siempre mencionamos que el bien público que significa tener una macroeconomía ordenada –condición necesaria aunque no suficiente para el desarrollo– fue posible precisamente porque en las últimas décadas se ha construido una institucionalidad sólida en instituciones claves, como el Banco Central o el Ministerio de Hacienda.
Ahora bien, es auspicioso ver que el tercer elemento mencionado y que involucra a la ciudadanía en Paraguay, se viene transformando crecientemente en el principal elemento de contrapeso a las instituciones extractivas.
La política es central para la construcción de un nuevo tipo de institucionalidad y la clase política debe entender que el contexto social ha cambiado y seguirá cambiando aceleradamente en los próximos años con un nivel de demanda en aumento y mucho más exigente.
Nuestra sociedad en el Paraguay se está volviendo más urbana, más de clase media, más interconectada, más organizada y más integrada a las corrientes internacionales que apuntan en el mismo sentido. Y esto configura una nueva realidad que no podrá ser desconocida y mucho menos subestimada.
La política debe recuperar su rol de construcción de bienes públicos y, por ello, el relato del nuevo Gobierno en torno a la construcción de una institucionalidad más inclusiva y no extractiva es algo que puede generar buenas expectativas.
Ahora llegó el momento de caminar lo hablado y, obviamente, con la estrecha vigilancia de todos nosotros.