Por supuesto que no nacieron este año. Sin embargo, cada día crece más el convencimiento de lo necesarias que son.
Hasta hace pocas décadas como dos fuerzas lideraban al mundo. El Estado como administrador de los mayores recursos públicos y la empresa como dueña de los recursos privados. Al ciudadano solitario solamente le quedaba el votar y luego resignarse a que ninguno de los políticos cumplieran sus promesas. O entrar en el juego de la empresa aunque su presencia fuera sólo consumir.
Sin embargo, hora tenemos como una tercera fuerza que surge y plantea una división tripartita del poder. Es el llamado “tercer sector”, las organizaciones intermedias, focos de presión capaces de influir en el Estado y en la empresa. Son pequeñas unidades de servicios con intereses muy concretos: culturales, sociales, políticos, religiosos, económicos o educativos. Es la sociedad civil organizada.
Y por el grado de organización de ella se mide la democracia en un pueblo. Ella convierte al ciudadano en parte activa del país, no solamente en el momento de votar y consumir sino durante toda su vida.
En el Paraguay estamos mal porque aun no se ha despertado suficientemente esta sociedad organizada. Y en lo poco que existe está tensionada, porque antagónicamente nos oponemos unos a otros. Por supuesto que siempre cantamos en las marchas aquello de que “El pueblo unido jamás será vencido”. Pero la canción se suele quedar en solo en música.