19 abr. 2024

La herencia de Marcelo

Su primer largometraje, Las Herederas, impresionó a todos los críticos de la Berlinale, y se ganó dos Osos de Plata en el festival. Pero detrás de la película, hay alguien que lleva años en esta carrera en la que supo mantenerse llevando a la gran pantalla nuestra idiosincrasia. Charla con el hombre del que hoy todos hablan: Marcelo Martinessi.

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Por: Fátima Schulz Vallejos
Fotos: Javier Valdez

Luego de 30 horas de vuelo y unas cuantas sin dormir, nos cuenta que sus maletas aún no vinieron de Berlín, que está preocupado porque al día siguiente tiene que volver a viajar, y esta vez a Cartagena de Indias (Colombia), para el estreno latinoamericano de Las Herederas, su ópera prima. Desde que llegó al país, los medios no dejaron de acecharlo. Todo el mundo habla de él. Y pese a su agenda llena, llega puntual. Su rostro cansado es notorio, pero su voz y su predisposición a responder todas nuestras preguntas hacen que nos olvidemos de eso.

Hablar con Marcelo Martinessi (44) es bucear en un amplio campo de temas sociales y políticos que van mucho más allá del cine. Sin embargo, esto último es lo que lo tiene a él como tema central de publicaciones, entrevistas y conversaciones en todos lados. Pasa desapercibido solamente porque mantiene un bajo perfil y porque su sencillez lo hace parecer cercano, pese a una vasta trayectoria tras las cámaras y de recorrer el mundo con sus obras, en que los paraguayos somos la obsesión recurrente.

Evidentemente, los dos Osos de Plata obtenidos en la Berlinale ‒el Alfred Bauer que se otorga a las Nuevas Perspectivas en el Cine, y el que premia a la Mejor Actriz, para la protagonista Ana Brun‒ son la excusa perfecta para iniciar una distendida charla con el cineasta paraguayo del momento.

-¿Esperabas tanta repercusión?

- Para nada. Una vez que nos seleccionaron para Berlín, dijimos "¡Wow! La película va a tener una visibilidad gigante”. No esperábamos que fuera tan bien recibida allá, que le pusieran en un lugar que permitió estar al inicio del festival y que se hable de ella durante todo el evento, las críticas muy buenas y la prensa que fue tan increíble con nosotros. Todo eso generó acá también un rebote gigante. Yo no podía creer lo del aeropuerto, lo del Panteón, lo del ICPA. ¡Qué locura! Qué lindo que un proyecto cultural tenga ese nivel de atención.

Marcelo se refiere a los recibimientos y homenajes que tuvieron él, los actores y todo el equipo desde que recibieron esos dos históricos premios en el Festival de Cine de Berlín, el sábado pasado. Y es que es el resultado de un trabajo que se inició en el 2012 y duró más de cinco años, entre escribir el guión, el proceso de preproducción que duró más de un año, las grabaciones que llevaron como 40 jornadas y la posproducción, que culminó una semana antes del festival. “Esta película fue muy difícil”, reflexiona.


-En una rueda de prensa dijiste que hacer cine en Paraguay es un milagro...

- Cuando hablo de las actrices con quienes trabajé, lo que me pregunto es cómo hubiese sido la carrera de ellas si empezaban cuando tenían 20 años. Ana Brun estaba en Berlín de igual a igual con Isabelle Huppert (actriz francesa), y ganó como Mejor Actriz. Estamos hablando de una mujer que, para los que hacemos cine, es quizás la más admirada del momento, un talento increíble. Al ver a Margarita Irún, Ana Brun y Ana Ivanova de igual a igual con esas grandes figuras, que pertenecen a países con historia y más de 40 películas encima, yo pensaba en lo que nos habíamos perdido, porque estas mujeres recién empiezan a la edad que tienen. Pero es un milagro también por muchas razones. Hacer una película es muy difícil aunque tengas fondos, aunque tengas todo. Pero en Paraguay es milagroso el hecho de que se pueda hacer una película con este nivel de cuidado, porque muchas veces es muy complicado tener el mecanismo y la estructura para eso.

-¿Creés que esta podría ser una oportunidad para fomentar leyes tan importantes como la de Cine y la de No Discriminación?

- Yo creo que sí. Creo que todos los avances, en general, que ayuden a la sociedad a pensar en estos temas, sirven. Eso ya es un paso gigante. Que no haya una Ley Contra toda Forma de Discriminación me parece criminal. Eso es urgente. En el caso de la Ley de Cine, creo que tiene que venir acompañada de fondos concursables, de un instituto de estudio y de la posibilidad de que entendamos que la inversión en cultura es muy importante. Estoy en contra y no entiendo el discurso que dice que ‘cómo si hay gente que se está muriendo por falta de medicamentos, se va a usar el dinero del Estado para hacer películas’. No comprendo ese tipo de reflexiones, porque creo que esa gente no ve el enorme valor de la inversión cultural para una mejor sociedad, en donde menos gente se enferme, se pelee, se violente. La cultura puede contribuir enormemente a una sociedad mejor y eso tenemos que empezar a entenderlo. Nosotros, como sociedad, debemos impulsar en la agenda política aquellas cosas que creemos son fundamentales cambiar. No podemos vivir tanto tiempo más sin salir de esa oscuridad que abraza a la historia de Paraguay.

Las Herederas se rodó en siete semanas en Asunción y alrededores, y fue financiada en un 20% con recursos culturales de Paraguay y en un 80% con fondos internacionales de programas de países como Italia, España, Francia, Noruega, Brasil, Alemania y Uruguay, una prueba más de la falta de apoyo a este sector. “Si mirás los presupuestos de cultura en Brasil, Argentina o en Bolivia incluso, para no ir muy lejos, son cientos de veces mayores que el de Paraguay. Hay que entender que la inversión cultural es muy importante. Hay países que pasaron por guerras, que están enfrentando temas vinculados a inmigración y que tienen un nivel de violencia altísimo. En una sociedad como la alemana, la violencia les salió demasiado cara, se destruyó el país dos veces. Por eso ahora invierten millones de dólares en cine, pues saben que tiene un componente muy importante al acercar culturas y formas de ver el mundo, de entenderlas y ver que hay mucho en común. Entonces, debemos dejar de pensar a corto plazo, que si vos invertiste dos monedas, tenés que recuperar cuatro. El cine no es así, se guía por otros parámetros. Al menos el que hacemos nosotros”.


-¿El cine de autor?

- Ahora se llama cine de autor. Pero realmente creo que ese mote le hace una gran injusticia al resto de la gente que trabaja conmigo, porque todos somos un poco autores. Los actores tienen un rol impresionante en los trabajos que yo hago; el productor, el director de fotografía, de arte, de sonido, el editor... Todos marcan una presencia muy grande, porque creo que de alguna forma contribuyen a la historia.

- Además de fomentar leyes tan importantes, el éxito de Las Herederas también es una oportunidad para reivindicar los derechos de la comunidad LGBTI.

- Yo no creo en el cine que levanta banderas, más bien creo en aquel que nos hace reflexionar. Entonces, siento que de alguna manera la película puede generar un montón de reflexiones dentro de una sociedad que necesita pensarse. En algunas de las escenas trabajamos, por ejemplo, con la gente de Aireana, del espacio cultural La Serafina, y ha sido maravilloso. Siento que en nuestro país hay militantes en diversos campos, como ellas, como los chicos de Somosgay, como la gente de Fundación Vencer, que pelea por los derechos de las personas que viven con VIH y por un montón de otros temas que quizás puedan ser tabú, y admiro la lucha de todos ellos. Creo que si la película contribuye a que repensemos por qué necesitamos militancias en derechos humanos, en un país supuestamente democrático y participativo, vamos bien. Con no levantar banderas, me refiero a que no creo en el cine de mensajes, sino en aquel que funciona de otra forma. En el caso de Curuguaty, yo hice La voz perdida; el mayor impulso de ese trabajo fue la enorme injusticia que se viene cometiendo sistemáticamente con el campesinado en Paraguay, que llegó a su punto cúspide con esa tragedia. Ahí sí siento que hay un trabajo claramente militante, porque esa era su razón de ser.

-¿Y pensás que un mensaje no podría funcionar como algo que nos haga reflexionar?

- Las Herederas se aleja un poco del cine político que hice en La voz perdida, pues te permite entrar a una historia y a partir de ahí repensarte como sociedad. No creo en el cine de mensaje porque me parece que muchas veces puede ser dañino dar ese poder gigante a ese sector, como si fuese el único que puede dar mensajes. Me parece que quienes trabajamos en esto, hacemos ya un gran favor a la sociedad creando un cine que abra puertas, sobre todo.

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- Al subir al escenario a recibir el Oso de Plata, dijiste justamente que somos una sociedad muy conservadora y necesitamos abrir perspectivas, mentes y puertas. ¿Tiene que ver con eso?

- Sí, creo que desde su concepción, la película busca mostrar una sociedad machista desde la voz de las mujeres, sin convertirlas en heroínas. No me gusta mucho eso que dicen que la mujer paraguaya es la gran reconstructora. El rol de ellas en la historia de Paraguay es fundamental, pero no creo que hoy tengan que cargar con ese peso y necesariamente responder a eso, ponerlas solamente en ese lugar. También quieren divertirse y tener libertades. Apuntar a una sociedad que las victimiza o las convierte en heroínas es muy peligroso, porque son polos innecesarios. A cualquier ser humano hay que darle la libertad de decidir lo que quiere; al decirte esto también me refiero a la forma en que nos crían. En esta sociedad, si hay algo terrible es cómo se les cría a los varones para tener todas las respuestas, es el primero que debe saber. Creo que justamente Las Herederas se cuenta a partir de mujeres por mi necesidad de interrogar a la sociedad sobre ellas.

- ¿Y por qué elegir precisamente la diversidad sexual como tema principal de tu primera película?

- Nunca antes escribí un guión. Siempre adapté cuentos, de Carlos Villagra Marsal o Augusto Roa Bastos; hice un guión colectivo con niños en situación de calle, pero nunca me senté solo frente a la página en blanco para empezar a escribir algo. Y cuando lo hice, en primer lugar me vinieron a la cabeza todas esas voces de mujeres con las que me crié –mamá, tías, abuelas, primas, hermanas– y empecé a armar la sociedad a partir de esas voces. Me gusta mucho la literatura, por ejemplo, de Manuel Puig –escritor argentino–, que se construye a partir del diálogo de mujeres. Me interesa también Gabriel Casaccia, las mujeres casaccianas tienen una presencia muy fuerte en toda su obra. Entonces, a partir de eso comencé a construir una historia cercana, con voces que me resultaban familiares pero también con temas y realidades que implicaban acercar la cámara a lugares y personajes diferentes a las que conozco.

No hace falta mucho para que Marcelo demuestre su emoción: la evocación de un papelón, algún recuerdo de la adolescencia o Karai Norte (2009), el corto que tantas satisfacciones le dejó. Entonces recuerda la experiencia de ir al Chaco, acercarse al guaraní, una lengua riquísima, y conocer una realidad distinta a la que él conocía.

Hacer un recorrido por su trayectoria es como un viaje en el tiempo para ver que su obra está siempre dedicada a temas sociales vinculados a la memoria, la identidad y los derechos humanos, como sirviendo de voz a aquellos que no la tienen.

En Las Herederas, la historia se enfoca en mujeres de clase media para arriba. Lo cual no es casualidad, dice. “Creo que una de las mayores tragedias de Paraguay es tener tanta desigualdad social. La clase media debería tener mucha más consciencia de su rol en la sociedad. Fue tan trágico lo que sucedió en el país –se refiere a la dictadura– que un poco nos quitó la posibilidad cultural de sentirnos parte de una sociedad. En este país casi siempre se premia el oportunismo, es más importante conseguir un auto que pensar en construir un buen transporte público para todos. Si hay algo terrible de la herencia stronista, aparte de todas las atrocidades, es el pensamiento individual tan dañino con el resto. Cuando se piensa en progreso, nunca se lo ve como algo colectivo. Eso está en nuestro gen histórico y hay que cambiarlo”. Y aquí empezamos a hablar de política, porque es un tema inevitable con él.

- Tu niñez la viviste en época de dictadura, ¿cómo te marcó?

- Me marcó desde otro lugar. Mi papá tenía 10 años cuando Stroessner asumió el poder; yo tenía 16 cuando se fue. Lo que siempre sentí es que somos hijos de una generación perdida, que tuvo que irse del país o quedarse aquí en silencio aguantando un montón de cosas. En tantas décadas, vos te acostumbrás y absorbés eso de alguna manera, y terminás siendo genéticamente parte de ese sistema. La generación de mis padres siente la necesidad de replicar esos valores en sus hijos. Entonces, nos llega la dictadura ya por ese residuo espantoso de personas que tuvieron que absorber algo que no era propio, que se vieron obligadas a vivir identidades prestadas para adaptarse a un régimen. Es como una enfermedad genética que se hereda para hacer que nosotros también seamos iguales. El desafío de mi generación está en romper con eso. Y no pasa solamente en el campo de la política, sino también en el de la cultura, el sexo, la familia y la educación. Estamos frente a una necesidad de reinventarnos en muchos sentidos y no reproducir aquellos valores. Si podemos destruir preconceptos y esas sensaciones de encierro, va a ser un gran paso.

- Y hoy, ¿cómo ves el proceso que estamos viviendo con las elecciones del 22 de abril?

- Creo que no hay una oferta electoral. Puntualmente, hay algunas personas que pueden presentar propuestas diferentes, pero me parece que estas elecciones van a volver a ser muy tristes. No puedo opinar mucho porque estuve un poco alejado del día a día por todo lo que significó la película, pero lo que veo es que se siguen debatiendo candidatos en vez de debatir temas, y me parece que la prensa tiene un rol fundamental en generar compromiso con los temas fundamentales de este país.

Aunque la cinematografía es el agua en la que navega, no podemos evitar preguntarle sobre su paso por la Televisión Pública (2010), como fundador y primer director. Marcelo Martinessi había interrumpido su ascendente carrera como cineasta para apostar por el órgano estatal, que fue en aquel entonces la primera experiencia de un medio público como voz de la gente y no como propaganda para un sector político. Hasta que en la noche del 23 de junio de 2012, tras la destitución de Fernando Lugo, el comunicador del equipo del nuevo mandatario ingresó con un pelotón de policías a la sede y pretendió hacerse cargo del medio.

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Marcelo renunció al cargo y dejó las cámaras y el micrófono en la vereda, para que todos los que quisieran, hablaran libremente. Hoy, casi seis años después de aquel día en que todo cambió, reconoce que le afectó y le generó una frustración muy grande.

- ¿Te arrepentiste en algún momento?

- Yo no me arrepiento de nada realmente, creo que el proyecto de Televisión Pública era muy importante para esta sociedad. Si tengo que volver atrás y hacer todo de nuevo, sabiendo lo que iba a pasar después, lo volvería a hacer, porque para mí fue una lección gigante en todos los sentidos. Dejé de lado algo bien individual en ese momento, con mis cortos, para hacer con los compañeros una construcción en la que todos estábamos apostando, todos dejamos cosas para estar ahí y construir algo natural para una sociedad, que es la posibilidad de una comunicación pública. Sigo creyendo mucho en eso y mi mirada no cambió en absoluto. Lo que me pasó a mí con el golpe de Estado es que tuve una frustración muy grande con la clase social de la que vengo, una clase social privilegiada. Allí tuve acceso a un nivel de educación y de formación que no posee mucha gente en Paraguay. Si de alguna manera puedo contribuir a que se den procesos fundamentales en mi país, siempre lo voy a hacer.

- Cuando hablás de clase privilegiada, ¿a qué te referís?

- A la burguesía de Paraguay, que tiene oportunidades y va a hacer cualquier cosa para seguir siendo la única que las tenga. Eso es muy dañino. Y en ese golpe se vio muy fuertemente que esa burguesía tranzaría con cualquiera con tal de mantener sus privilegios. Lo que me pasó ahí fue que cuando uno se siente separado del lugar de donde viene, busca el sitio al cual pertenece, se vuelve inmediatamente como un niño, más curioso. Justamente en la búsqueda de ese lugar está Las Herederas, una película hecha desde el afecto, pero también desde la incomprensión de una clase social que nunca voy a entender del todo. No está como crítica, sino como reflexión.

Luego del golpe, a Martinessi lo llamaron de una Televisión Pública de Brasil para ir a trabajar. Lo que también le sirvió para asimilar ese duro proceso. Visiblemente dolido, se replanteó cuestiones tan simples que antes ni se le cruzaban por la cabeza.

- ¿Sentís que te cambió mucho, que te movilizó e hizo que te cuestiones cosas que quizás antes no pensabas?

- Sí. Acá hay que entrar al Estado con deseo de transformaciones profundas. Creo que el Gobierno que asumió en el 2008 no entró con una locura de cambios, pero es el que hasta hoy apuntó en mayor medida a modificaciones en todo sentido, sociales sobre todo. Fue el Gobierno –y me refiero a Gobierno, no a una persona en particular, sino a un conjunto– que entró a intentar transformar profundamente inequidades impresionantes de Paraguay, y que eso no se haya conseguido es muy frustrante.

- ¿Sentiste represalias en algún momento por haber sentado postura?

- La verdad, no. Tengo muchos miedos, pero ese no es uno de ellos. En la Televisión Pública todos éramos muy unidos, sabíamos cómo protegernos entre nosotros. La gente que hizo ese golpe de Estado no se iba a permitir tocarnos porque justamente lo hicieron con guantes blancos para llevar a cabo ese proceso, al que cualquier tipo de violencia iba a manchar o, de alguna manera, no les iba a permitir salir impunes.

- No habrá sido fácil volver a tu vena creativa después de eso...

- Volví con La voz perdida (2016), que fue el material más visceral y que tenía que ver con las voces, también de mujeres, pero vinculadas a la tragedia de Curuguaty. Para mí fue importante ese cortometraje porque fue como una catarsis muy fuerte y en relación directa con todo lo que había pasado en el 2012; también era una forma de continuar el trabajo que corresponde a una televisión pública, pero sabía que la que existía en ese momento, que se llamaba Paraguay TV creo, no la iba a contar. Entonces lo sentí como una continuación de ese trabajo.

- ¿Tuviste que reinventarte?

Viví mucha burocracia en la TV Pública, de firmar papeles y decidir cuestiones, pero hay que ser creativos también para el Excel –risas–. Yo creo que todo requiere de un poco de creatividad, hay que tenerla en todos los trabajos. Siento que lo que hice después de eso fue acercarme de nuevo al arte, consumir más cultura, que es algo que cuando uno está en un puesto así, no tiene tiempo de hacer: consumir teatro, poesía, literatura, cine. Eso es un lujo. Sí fue casi como empezar a ser otra persona. Cuando pasás por una crisis tan fuerte, sentís que hay algo en vos que deja de ser igual. Y son esos procesos, esos golpes, los que te forman y de alguna manera matan algunos lugares de nuestra humanidad, pero al mismo tiempo hacen que otros nazcan.

Siempre en casa


Marcelo quería estudiar Letras, pero el camino lo llevó a Comunicación. Estudió más para darle a sus padres esa satisfacción, pero su escuela fue en realidad Alta Producciones, semillero que también acogió y formó a cineastas como Juan Carlos Maneglia y Aramí Ullón. “Cada uno se forma de muchas maneras”, reconoce. Pero su curiosidad innata lo llevó a salir del país muchas veces para seguir estudiando. Primero se fue por un programa de intercambio en el colegio, vivió un tiempo en Nueva York, obtuvo becas en Madrid y en París, y también estudió Cine en Londres. Hombre de mucho mundo, nunca dejó de mirar a Paraguay.

- ¿Sentís que en Paraguay está tu eje?

- Sí. Nunca dejé de nutrirme ni sentí que el eje de mi trabajo iba a dejar de ser mi país. Yo creo que Paraguay, de alguna forma, te anuda. Por eso no me veo trabajando o pensando la realidad de otro sitio. Siento que mi fuerza está acá y que siempre va a ser así, porque es el lugar que siento más visceralmente. En general, la narración tiene esa tradición de que el narrador usualmente sale de la aldea, se va por el mundo y vuelve a contar lo que vio. Hoy la narración cambió su forma: la persona sale de la aldea, pero para mirarla desde fuera y contar después lo que ve, mucho más que hablar de otras culturas. Entonces, me parece que los que tuvimos la oportunidad de salir un poco más, tenemos la posibilidad de lograr algunas transformaciones.

- Ese enfoque social que siempre tienen tus obras, ¿es por algo en particular o sentís que desde tu lugar, esa es tu manera de ayudar a reflexionar?

- Cuando hago un trabajo, nunca pienso en cómo se va a recibir. Siempre me enfoco en algo que me toca y me afecta en lo personal, que me da ganas de construir. Cuando eso ocurre, en ese proceso van surgiendo las razones. Para mí, el origen de todo pulso creativo está en inquietudes que son humanas, que quizás no tengan nada que ver con la sociedad ni con Paraguay, pero que a partir de mi historia personal, toman forma.

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Hijo de un padre abogado, pero “un poco cantante y poeta”, dice, y de una madre “cinéfila”, Marcelo reconoce que el cine siempre le atrajo. “Ese poder de crear una realidad paralela a la que uno vive es muy atractivo. Lo primero que me llevó a hacer cine era ese deseo de aportar otras realidades cuando esta no nos satisface. Después me fui enamorando de otras cosas, como la estética, el sonido y todo lo que uno va aprendiendo en el camino”.

- Leí que tu mamá tuvo un poco que ver con eso.

- Lo que siempre cuento es que cuando era chico casi no había cines, y veíamos Joyas del cine, no recuerdo en qué canal. La televisión estaba en el cuarto de mis padres. Como mi papá dormía, mi mamá y yo debíamos bajar el volumen. Era como que veíamos películas distintas, porque como casi no escuchábamos, solo podíamos construir historias en nuestra cabeza. Ese ejercicio de la infancia fue fundamental, porque no venía toda resuelta la historia, sino que tenía que resolverla yo mismo. Esa es una de las riquezas del cine: permitir a la persona que está frente a la pantalla que, a partir de sus experiencias personales, sienta la obra de forma distinta.

Su primer video, Adolescentes, lo filmó a los 13 años para presentarlo en un concurso intercolegial. Era una historia que narraba las experiencias que se viven a esa edad. Recuerda que lo hizo con sus compañeros y que utilizó una cámara VHS; como no sabían editar, filmaban cada escena por continuidad. Fue en el año 87. Mucha agua corrió bajo el puente desde aquel entonces.

De repente se acerca uno de los huéspedes del hotel donde nos encontramos para esta charla. Reconoce a Martinessi, le pasa la mano y lo felicita por sus logros. Una constante que seguro le perseguirá por mucho tiempo. Así, nos encontramos volviendo al mismo punto donde esta entrevista arrancó.

- Hablame de la relación entre cine y política. En parte, Las Herederas tiene una carga política, además de social...

- Hay una mirada política siempre en el cine, desde la decisión de por qué uno hace algo hasta el momento en que lo hace. Las Herederas no es directamente político. En una de las entrevistas en Berlín, me dijeron que era una película pospolítica. Y me encantó esa descripción, porque aborda esos temas, pero no de una forma directa. Me pareció lindo que lo dijeran porque nos daba una oportunidad de hablar de cosas sumamente importanteso a través de la cotidianeidad. En lugar de abordar esos grandes temas, lo hacemos desde el debate y la reflexión, como por ejemplo cuando hablamos de la represión. La película trata eso sin hacerlo muy explícitamente, con un nivel de contención y de pudor que existe en Paraguay, sin necesidad de referirse a un dictador. Lo hace a partir de esta historia mínima de mujeres, en la que todo eso que pasó políticamente tuvo una influencia, por eso ellas son quienes son.

- Teniendo en cuenta que Las Herederas narra una historia algo controversial para la sociedad conservadora y patriarcal en la que vivimos, ¿como esperás el estreno en Paraguay?

- La película está hecha con muchísimo cuidado. Que la gente tenga problemas con abordar ciertos temas tiene que ver con la inseguridad y los problemas de cada uno. Nosotros hacemos una película sobre la relación de dos mujeres, pero no es absolutamente provocativa, sino que asume la diversidad como parte de una sociedad. Si eso es un pecado, creo que algo está mal. La gente que tiene problemas con la diversidad sexual debería tener problemas con todo, no solo con aquello que humaniza o naturaliza relaciones que existen y siempre existieron, y lo van a seguir haciendo, por más que haya personas que las quieran borrar. En realidad, no le tengo miedo al estreno, me parece un lindo desafío porque la película tiene un montón de cosas para ser bien recibida.

El silencio nos invade por unos segundos en los que ambos nos quedamos pensando en ese país que queremos. El de la igualdad y de las oportunidades. Ese país donde todos, desde el lugar en que estamos, podemos aportar para transformarlo.

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Voces femeninas

Las Herederas es un drama que narra la historia de Chela (Ana Brun) y Chiquita (Margarita Irún). Ambas descendientes de familias adineradas de Asunción, han estado juntas durante más de 30 años. Sin embargo, su situación financiera ha empeorado y se verán obligadas a vender sus activos heredados. Cuando Chiquita es arrestada por fraude, Chela deberá afrontar una realidad inesperada. Conduciendo por primera vez en años, empezará a hacer labores de taxista. En el transcurso de su nueva vida, tendrá la oportunidad de conocer a Angy (Ana Ivanova) y forjar un vínculo con ella. Todo este proceso la llevará a una revolución personal e íntima.

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Cine nacional

“De lo que había 10 años atrás a lo que hay ahora, hubo un avance gigantesco. No podemos pedir que todo sea perfecto, porque no existe nada que lo sea, siempre habrá cosas que nos gustan y otras que no. Pero justamente en esa diversidad está la riqueza. Si hablamos de despegue, eso se está logrando en este momento desde esfuerzos individuales. A nivel colectivo hay mucho por hacer, como una escuela nacional de cinematografía. El cine se da allí donde hay una apuesta decisiva del Estado. O si no, es muy difícil”.

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¿Qué se viene?

Al cierre de esta edición, estaba previsto el estreno latinoamericano de Las Herederas para el jueves 1 de marzo, en el Festival Internacional de Cine de Cartagena (Colombia). En abril se prevé su estreno en Paraguay. Y luego su presencia en otro festival en Estambul (Turquía). Tras haber ganado los dos Osos de Plata, la película ya fue vendida a distribuidoras de Italia, Francia, Gran Bretaña, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, España, Grecia, Suiza, China y los países escandinavos y del Báltico. ¿Qué habrá después? “Descansar”, responde Marcelo. Y sí, bien merecido luego de llevar tan lejos el cine nacional.

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Producción: An Morínigo
Estilismo: Bethania Achón
Prendas: Purificación García
Locación: Hotel Dazzler.