Por Mario Rubén Álvarez | alva@uhora.com.py<br/><br/>Cada cierto tiempo aparecen en la escena periodística informaciones que dan pie al rebrote de efímeras muestras de nacionalismo. Relevante o trivial el tema, lo cierto es que actúa como un ocasional disparador de lo que lleva el rótulo genérico de amor a la patria.<br/><br/> Itaipú, el ingreso de soldados bolivianos a territorio paraguayo para buscar un supuesto delincuente o el asesinato de un contrabandista compatriota en aguas territoriales de dudosa definición hacen girar una ola gigante de tetâ rayhu que pocas veces se ve, se lee y se escucha. La extensión del romance dura apenas el tiempo que la noticia permanece en cartelera. Después todo volverá a la normalidad del sitehevistonomeacuerdo. <br/><br/> Con la guarania Lejanía, del maestro Herminio Giménez, se repite la historia. En algún momento de la vida de esa creación poético–musical, la obra pasó a vestirse de rapái con el título de O meu primeiro amor. Vagaba por los aires brasileños con gloria aunque sin pena alguna en el Paraguay. Se deslizaba a sus anchas, vigente en el gusto popular, pero sin repercusión mediática. <br/><br/>La pieza entró en el ruedo al ser anunciada por una locutora de la Red Globo como un “clásico de la música popular brasileña”. Todo partió de la banda sonora de la película Lula, hijo del Brasil, donde Zezé di Camargo y Luciano cantan la versión adaptada – en letra– de José Fortuna y Pinheirinho.<br/><br/> Que cobrara estado público la información y la aparición de fanáticos que propusieran invadir el Brasil fueron coincidentes. Lanzaban una cruzada reivindicadora para recuperar la identidad usurpada de lo que sí es un clásico de la música paraguaya.<br/><br/> Los que ni siquiera ubican en el tiempo y en el espacio a José Asunción Flores, creador de la forma musical a la que recurrió don Herminio para cantar a un amor de infancia; compran discos y videos piratas en la primera esquina; jamás se ocuparon del torrente invasor de la música brasileña en la frontera o ignoran quién compuso Che trompo arasa, enarbolaron en cuanto medio disponible – radios, internet, prensa, televisión– su grito de batalla.<br/><br/> Y no es que se detuvieran en manifestaciones verbales de repudio. Algunos escribieron encendidas cartas a la dirección del desinformado canal brasileño. No solo eso: hasta la diplomacia paraguaya – tan torpe para defender la banana de Guajayvi que cada año se pudre con los cuentos argentinos para evitar que el producto paraguayo llegue al mercado de Buenos Aires– entró en el mbaipy. El encargado de negocios de nuestra Embajada en Brasilia pidió que se precisara el origen de la canción. <br/><br/> Escuchando el fervor de los reclamantes, sintiendo cómo el corazón estaba por estallarles y viendo sus ojos a punto de quedar como los de los peces envenenados del río Paraguay, daba la impresión de que estaban por cruzar a nado el Paraná para recuperar la honra perdida del Paraguay. Rebosaban de santa ira patriótica que, a esta altura, se está ya evaporando. Mañana ni recordarán el episodio. <br/><br/> Hay sobrado fundamento para exigir que el medio que se equivocó dé la información correcta a su público. Pero no es para tanto. De hecho, la Red Globo de Televisión ya desanduvo el camino recorrido y rectificó el dato. <br/><br/>Hay muchas otras cosas, dentro del país, que ameritan mucho más la indignación. Ahí están los niños de la calle, los verdaderos campesinos sin tierra, la corrupción que no para pese a las promesas, la falta de oportunidades, la ignorancia y otros problemas que necesitan atención urgente. Para que todo eso acabe, nadie desenfunda su ira ni empuña su furia.<br/><br/>