11 feb. 2025

La dicha en el 2007

Por Miguel Ángel Ortiz Granada
mortiz@uhora.com.py

Cuando las cosas parecen ir todas mal. Cuando el panorama se nos vuelve incierto. Cuando la rutina nos roba la ilusión. Cuando los días se nos transforman en un lineal y monótono cambio de fechas, es cuando la vida se nos vuelve pesada. Desalentadoramente pesada.
En esa situación, sólo la responsabilidad que las realidades bajan sobre nuestros hombros impide que se baje del todo la guardia. Muchas veces esas realidades tienen nombres chiquitos, y ello agranda la responsabilidad.
Y en esta perspectiva, el mejor conjuro contra esa vida aletargada es tener esperanzas.
Para despegar de esa dura situación hace falta un elemento motivador. Muchas veces, unas luces nuevas pueden abrir un camino de espera, una senda nueva iluminada precisamente por esos faroles nuevos.
Puede abrirse así un mundo de esperanza.
Y se debe esperar, aunque se tenga conciencia de que la esperanza pueda frustrarse, porque la esperanza misma constituye ya una dicha y lo más horrible es, sin dudas, la extinción de la esperanza.
Esta descripción, válida para las sociedades más pequeñas, para los grupos familiares, es también aplicable a las sociedades mayores, las sociedades nacionales.
El calendario cambia los años y la situación del país no cambia. La misma desesperanza cubre el ámbito paraguayo.
Los problemas parecen ser los mismos, la falta de soluciones, la misma. Solo pequeños cambios: Ayer la migración económica era a la Argentina, hoy a España.
Para iniciar el 2007, soñemos que el país puede cambiar. Pensemos que el país positivo, el otro Paraguay, existe y se impone al país del pokarê y la corrupción.
Hagámoslo por esa legión de gente honesta que puebla este país y que es mayoría. Por esos emprendedores de la vida diaria que empujan la economía –familiar y nacional. Por gente de a pie que apuesta al trabajo. Por quienes creen en el amor y los sueños.
Por ellos, pongamos nuestra esperanza del país mejor delante de los ojos y esperemos el cambio, en el ambiente social y en el mundo personal.
Es por eso, Señor; por eso, Doña, que ¡yo tengo mi esperanza puesta en el 2007!