PARÍS - FRANCIA
La Iglesia Católica no se toma a la ligera el diablo. El Papa se refiere a él con frecuencia y en Francia un centenar de curas se dedican al exorcismo para aliviar a los fieles y a veces hasta a los no creyentes.
Con más frecuencia que sus predecesores, el papa Francisco menciona la presencia del diablo y el combate espiritual contra este ser personal que nos hostiga. Según los Evangelios el mismísimo Jesucristo expulsó demonios.
El exorcismo consiste en luchar contra las fuerzas diabólicas que hacen que una persona esté “poseída”. Esta práctica no es del gusto de todos y desde el Concilio Vaticano II (1962-1965) cayó en desuso pero en 2014 el Vaticano reconoció una asociación internacional de exorcistas. La Conferencia de los Obispos de Francia (CEF) se ha dotado de una “oficina nacional de exorcistas” que sirve de enlace con el centenar de sacerdotes que ejercen tan delicada misión.
El cura Emmanuel Faure, de la diócesis de Belley-Ars, norte de Francia, programa una cita por semana, pero insiste en que es un apostolado de misericordia. ¿Quiénes acuden a los curas exorcistas? Gente de todas las edades y clases sociales, católicos, personas que vuelven a la Iglesia, adeptos de la medicina alternativa. Las mujeres son mayoría pero en los últimos tiempos, vi bastantes hombres, detalla el padre Faure.
Este sacerdote bendice a la persona con un crucifijo y le propone besar una cruz. En su trabajo respeta el ritual del exorcismo, un pequeño libro rojo empastado en cuero. Recita una oración destinada a liberarla de las fuerzas maléficas y, si fuera necesario, interpela al príncipe de las tinieblas con el famoso “¡Sal fuera, Satanás!”. “Es muy bíblico”, sostiene.
“El 99% de las personas necesitan conocer a un Dios de amor y de paz: no estamos aquí para generar miedo”, afirma el sacerdote.
Otros exorcistas, más tradicionalistas, siguen el viejo ritual en latín, que consideran sagrado.
“Con el del Vaticano II llevamos a cabo acciones de liberación de embrujos, maleficios. Pero frente a las posesiones demoniacas no da fruto”, zanja George de Saint Hirst, miembro de la Iglesia Católica antigua (independiente del Vaticano), que presume de practicar unos mil exorcismos por año en su priorato.