José Del Puerto
Santa María, Misiones
A diez kilómetros de la ruta internacional número uno, Mariscal Francisco Solano López, queda la comunidad de Santa María, antigua comunidad jesuítica. Es habitada actualmente por unas 12 mil personas y el acceso hasta el centro del poblado se realiza en pocos minutos.
Hasta hoy se mantienen los tradicionales trazados de los pueblos jesuíticos que atraen a muchos turistas. La plaza central y en su entorno el templo, el museo jesuítico –que posee la mayor cantidad de imágenes talladas durante la reducción–, la estación de Policía, el hospital regional, la cabina telefónica.
En medio de todo ese conjunto de historia y tradición emerge una peculiaridad que transforma a Santa María en un centro de atracción sin igual. De los 10 distritos de Misiones, Santa María posee la plaza –Mariscal Estigarribia– más arbolada y tranquila en cuyas copas vive una manada de monos aulladores (karaja), en perfecta simbiosis con los visitantes.
Añejos árboles, especies nativas en su mayoría, prodigan sombra aprovechada principalmente en los días de agobiante verano subtropical.
“Monada”. Entre el tereré y la amena charla que se desarrolla entre quienes frecuentan la plaza central está la actividad casi ineludible de aproximarse a los monos. Darles comida es un festín especial. Miedo con mezcla de asombro y desafío se constituyen en prolegómeno de una experiencia inquietante. Una simbiosis extraordinaria de proximidad entre animales salvajes y seres humanos en el corazón de una urbe histórica y colonial.
“Todos los cuidamos”, dice Ramón González, joven poblador que resume en esa expresión el valor que la misma gente da a una especie cuya existencia se extiende desde los bosques de Centroamérica hasta el norte argentino y que no hace mucho conmocionó a la población de Santaní, en el departamento de San Pedro, al aparecer un macho adulto desahuciado por la pérdida de su hábitat.
“Es simpático, porque este tipo de imágenes ni en los montes más grandes del Paraguay ya se observa”, relata Hilario Bogarín, de la compañía Itacurubí, distrito de Santa María. “Estoy de paso por acá, y estoy viendo a uno de estos simpáticos monos, porque los otros prefirieron hoy las copas de los árboles”, dice en guaraní.
Un gesto
de amor
Hace 10 años los vecinos trajeron a la plaza dos pequeños karaja de las zonas boscosas que estaban siendo deforestadas. Los cuidaron y alimentaron y ahora son cerca de una docena. Existen horas en que los monos están invisibles porque prefieren las copas de los árboles y hay momentos en que bajan a explorar. Sus aullidos se mezclan con el constante jolgorio de centenares de cotorras que instalaron sus nidos en los eucaliptos. En la zona de Santa María también perviven otros atractivos naturales como el Ycua Teja, también de la época de los jesuitas, un arroyo de cristalinas aguas y el Kurusu Cerro”, a escasos metros del centro del poblado.