La Asociación Nacional Republicana (ANR), al igual que su opositor el PLRA, también pasa por una fuerte división, aunque con más visibilidad dado que estando en función de gobierno, se le hace difícil disimular a sus dirigentes la grieta dentro de la Junta de Gobierno, que de vuelta saltó al tapete cuando el presidente Mario Abdo Benítez asumió en el Gobierno.
Desde entonces y por una serie de hechos conocidos, como la postura de Añetete de dar la espalda al ex presidente Horacio Cartes para que jure como senador y luego dejándolo sin presidencias en ambas Cámaras del Congreso, se fueron separando aún más los dos fuertes líderes actuales del Partido Colorado.
En este escenario, el cartismo venido a menos y con varios de sus dirigentes investigados por la Justicia por hechos de corrupción y prácticamente sin espacios en el Gobierno, está en retirada y con menos fuerza que la corriente abdista que comenzó a manejar los hilos del poder desde la presidencia.
Si bien el cartismo tiene la presidencia de la ANR, con el diputado Pedro Alliana, este ha carecido de liderazgo para manejar la institución en pos de la unidad, la que parece está distante, ya que el partido no se reúne, y, sin debate ni diálogo, lo más probable es que los intentos aislados de algunos integrantes en ambos bandos por la unidad, pareciera ser en vano.
No obstante, el distanciamiento manifiesto de ambas fuerzas trató de maquillarse por el hecho de que varios altos representantes, como el presidente del Congreso, Silvio Ovelar, y el vicepresidente de la República, Hugo Velázquez, señalaron que más temprano que tarde habrá diálogo y que el terreno es próspero para la unidad poniéndose como fecha límite fin de año para darse este hecho.
Ovelar reivindicó más espacios en la ANR para Añetete, pero este fugaz guiño volvió a caer en saco roto dada la denuncia del cartismo el fin de semana, de que no cesan los despidos de sus simpatizantes dentro de las instituciones. La denuncia fue minimizada por parte del presidente del Congreso, quien dijo que en los cargos de confianza en un nuevo gobierno, es normal que se susciten cambios.
Hay que sumar a la tensión en ambos bandos, los sonados casos de corrupción por el que se encuentran salpicados varios de sus miembros –algunos ya echados del Congreso, como José María Ibáñez (abdista) o en prisión como Óscar González Daher (cartista) y Ulises Quintana (abdista)– pone aún más tensa la relación de cúpula, quienes lejos de debatir acerca de la necesidad de desapegarse de sus hombres cuestionados, ahora pusieron en el Congreso más trabas para la pérdida de investidura.
En el PLRA ocurre lo mismo. A la división de sus fuerzas se suma que se sigue protegiendo a varios políticos en la mira judicial. La fuerte división hace que las obligaciones de estos partidos en retribución por el aporte estatal que reciben –en lo que va del año, la ANR recibió G. 4.150 millones y el PLRA, G. 2.893 millones– no se cumplen en lo más mínimo.