Más de medio siglo de religiosidad popular. Promeseros y comensales se reunieron ayer durante todo el día en la capilla San Cayetano, del barrio Sajonia. Para honrar al santo patrono en su día, en agradecimiento por el pan y el trabajo, más de 1.000 personas compartieron en la víspera el tradicional karu guasu frente a la pequeña ermita ubicada en las calles Testanova y Juan León Mallorquín.
Largas filas de gente se formaban bajo el sol del mediodía. Un toldo cubría solo el altar donde estaba la imagen del santo patrono y de Nuestra Señora de la Asunción.
De una olla de hierro gigante servían el locro a los vecinos que se aglomeraron en el lugar. También sirvieron en cucharones ipokue de poroto, kure akãngue y tallarín con salsa.
A dos casas de la capilla, el karu guasu se hizo extensivo en la vivienda de Lorena Valiente: junto a doce amigos –contó– colectaron donativos para preparar guiso de arroz y tallarín con salsa y así sumarse a la festividad que se celebra en esa cuadra desde hace 53 años.
El almuerzo alcanzó para alrededor de 700 comensales en el lugar. También fritaron 200 tortillas, una mitad enviaron al Penal de Tacumbú y la otra al Buen Pastor. Por la tarde, sirvieron chocolate con portiju a las familias presentes. Todos los insumos fueron donados por los devotos: vecinos particulares y comerciantes del barrio. Muchos fieles llegaban con panes en calidad de ofrenda al santo y en agradecimiento a sus favores.
Aunque no todos eran del barrio: Ramón Morínigo llegó desde Capiatá junto con su esposa, Graciela Ortigoza, para cocinar el kure akãngue. “Hace cuatro años no tenía trabajo y viendo en la tele este festejo, le pedí de corazón y a los tres días me llamaron y elegí la plata que quería ganar”, relató.
La novedad este año fue el pan trincha de siete metros que fue donado por las familias Irala y Osorio, respectivamente, según indicó Andrés Caballero, heredero de la imagen de San Cayetano que llegó en 1966 a la casa donde vive y que se convirtió en capilla.