Por P. Jordan y E. García, de REUTERS
Iquique - Chile
A primera vista, lo único chileno que hay en la boyante zona franca de la ciudad costera de Iquique, un concurrido balneario en el desértico norte del país, es que está en Chile.
En la Zofri, como se llama la zona franca, los miles de autos usados que están a la venta provienen en su mayoría de Japón, los comerciantes de los coches son principalmente de Pakistán y el grueso de los compradores son de Bolivia, el país más pobre en América del Sur, próximo a Iquique, y también muchos paraguayos.
Zofri es una de las dos áreas en los extremos de Chile que, al inicio de la dictadura del general Augusto Pinochet (1973-1990), fueron dispuestas para negociar mercancías exentas de derechos arancelarios e impuestos, para contribuir al desarrollo de las regiones más apartadas de la capital.
Por estos días, la pujante industria de las importaciones automotrices testifican el éxito creciente de Chile en su meta de convertirse en un puente entre América del Sur y Asia, a través del enorme Océano Pacífico.
Solo en la última década, la cifra de comercios dedicados a la reventa de vehículos se ha multiplicado por 40. Anualmente, unos 150.000 autos son desembarcados en el puerto de Iquique.
“Tenemos barcos con autos llegando todos los días y a veces hay en la zona franca 40.000 vehículos simultáneamente”, dijo Claudia Grimaldi Rodríguez, una portavoz de la Asociación Gremial Automotriz Zona Franca de Iquique.
EN LOS INICIOS. Cuando se iniciaron las importaciones apenas llegaban entre 40 y 50 vehículos mensualmente, agregó.
Iquique está tomando la forma de un centro de comercio internacional que atrae a quienes buscan trabajo, pero también a hombres de negocios desde otros lugares de Chile, y de Perú; de Paraguay, Bolivia y sitios tan alejados como Pakistán.
El área incluso ha llamado la atención de las autoridades estadounidenses que, de acuerdo con un informe del año pasado del Departamento de Estado norteamericano, evaluaron la potencial amenaza de levantamiento de fondos para el extremismo islámico en la zona franca.
Dentro de las instalaciones de la Zofri, compradores de Bolivia, Paraguay, Perú y Brasil regatean para adquirir los coches a una fracción de lo que costarían en el mercado. La mayor parte de los autos son de las marcas japonesas Nissan, Toyota y Mitsubishi.
“Los bolivianos son los mejores negociadores”, dijo Amil Rajput, un empresario pakistaní-estadounidense que importa unos 250 automóviles usados desde Japón cada mes y quien llegó a Iquique en 1997 para manejar el negocio familiar.
“Cuando llega el momento de pagar, las mujeres piden usar el baño, donde se sacan el dinero que traían debajo de sus faldas”, agregó.
Los compradores de autos de Bolivia llegan a la Zofri en buses tres veces por día.
El floreciente negocio incluso ha alimentado una industria secundaria de vendedores callejeros que ofrecen a los bolivianos tortillas fritas de yuca y queso, que son tradicionales de la nación altiplánica.
“EL COCHE QUE PIDA”. Del lado boliviano de la frontera, los vehículos terminan convertidos en taxis o minibuses, pero también en coches todo terreno de lujo para la pequeña clase media de Bolivia.
En la próspera ciudad boliviana de Santa Cruz, distante a unos 800 kilómetros al este de Iquique, los comerciantes aseguran que la variedad de coches japoneses en los depósitos en la frontera es tan grande que pueden satisfacer cualquier necesidad de los clientes.
“Usted me dice el modelo que quiere, el color, me deja un adelanto del 50 por ciento y en una semana o así le traigo cualquier coche que me pida”, dijo Iber Luis Subirales, un comerciante de autos en Santa Cruz.
Ahí y en otras ciudades bolivianas, los autos se pueden reconocer por los adhesivos japoneses que todavía quedan pegados en sus parabrisas.
A Paraguay
La gran mayoría de autos usados que llegan a Paraguay ingresan por el puerto de Iquique. El año pasado se importaron 9.282 unidades, lo que superó la cantidad de nuevos que llegaron al país, que fueron de 6.735 unidades. Este año, de enero a agosto ya ingresaron 7.920 usados frente a los 5.134 cero kilómetros; esto de acuerdo a los datos de la Cámara de Distribuidores de Automotores y Maquinarias (Cadam), que sostiene que los mismos no gozan de la garantía de los representantes de las marcas que son sus socios. Los cambios de la posición del volante con la utilización de elementos mecánicos no originales para estas operaciones y de otros equipos que los constructores netamente lo utilizan para su mercado de origen, desvirtúan los vehículos ingresados de Iquique.
Los autos “transformers”
A los coches frecuentemente se les llama “transformers”, como la serie animada de los autos que se convertían en robots, porque su volante y tablero de control han sido modificados, pasando al lado izquierdo del coche, en vez del lado derecho, como se utiliza en países como Japón o Gran Bretaña. No obstante, en muchos casos el cambio fue hecho a medias, con el volante a la izquierda y el tablero a la derecha en el vehículo. “El 80% de los coches en Santa Cruz son transformers”, dijo Juan Carlos Suárez, un conductor de taxi en la ciudad boliviana. Suárez puso un oso de peluche en el agujero que quedó en la consola del coche, donde antes estuvo el volante. El costo de la “transformación” es el principal en el precio de los vehículos, cuyos valores varían entre los 2.500 a 3.000 dólares. Un vehículo todo terreno cuesta en promedio unos 6.500 dólares, una fracción de los precios regulares en el mercado, dijo el pakistaní Amil Rajput. El comerciante, quien conduce un BMW, forma parte de una importante comunidad de paquistaníes que emigraron a Iquique en la década de 1990 y que actualmente son dueños de un 95 por ciento de los 120 establecimientos de autos en la zona. Quienes negocian con autos dicen que la mayor parte de sus clientes son bolivianos, a quienes califican como educados, siempre con los papeles en orden y que frecuentemente compran varios autos de una sola vez.
"¿De dónde sacan el dinero? Esa es la pregunta que me he hecho en los últimos 10 años”, dijo Rajput.