El impacto social profundo nos retrotrae a una serie de indicadores que de por sí ya eran bastante complicados en nuestro país. La extrema pobreza e incluso el hambre resurgen como realidades muy peligrosas en varias regiones del Paraguay.
Desde que un proceso de recuperación se inició en el año 2003, el gran factor que contribuyó a una disminución significativa de la pobreza fue el aumento de los ingresos familiares, producto fundamentalmente del trabajo. Es decir, la actividad económica generó empleos y permitió la mejora de la calidad de vida de miles de personas y familias.
Hoy, en medio de la crisis del Covid la gran preocupación precisamente es el tema del empleo, tanto en su cantidad como en su calidad.
Una parte importante del plan de recuperación por parte del gobierno está vinculado a la inversión pública en infraestructura que genere empleos, pero urge direccionar dichas inversiones en aquellos sectores que tengan el mayor multiplicador en la creación de empleos.
Sin embargo, queda claro que esto será insuficiente, pues precisamos apuntalar la inversión privada, tanto local como extranjera.
Hasta el año pasado, la IED (inversión extranjera directa) no llegaba al Paraguay a los 500 millones de dólares en términos netos, lo cual es muy escaso considerando las potenciales oportunidades que puede ofrecer nuestro país.
La primera respuesta es que nuestra débil institucionalidad y falta de seguridad jurídica son una limitante estructural. De hecho, no contamos aún con el “grado de inversión”, lo cual impide a muchos fondos internacionales la posibilidad de invertir en el Paraguay.
Todo eso es verdad. Debemos trabajar en ello, pero no es algo que vamos a cambiar de la noche a la mañana. Hoy necesitamos aprovechar proactivamente todas las ventanas de oportunidad que existan para atraer inversión extranjera, incluso asumiendo estas debilidades mencionadas.
Una de ellas es Taiwán, este país increíble en su desarrollo socio-económico y que tiene al Paraguay como uno de los únicos 15 países del mundo con quienes mantienen relaciones diplomáticas.
Taiwán importa del mundo entero unos 285 mil millones de dólares y de Paraguay unos USD 75 millones. Es decir, solo el 0,03% y en donde prácticamente el 98% es carne vacuna.
Evidentemente esto puede mejorar, pero de todas maneras gran parte de lo que compra Taiwán del mundo son productos que nosotros no producimos.
Ahora bien, la diferencia entre activos y pasivos en el exterior de Taiwán es positiva. Está en el orden de los 1,28 billones de dólares, ocupando el quinto lugar en el mundo. De hecho, es un país muy activo invirtiendo en el mundo.
Sin embargo, prácticamente no tenemos inversión taiwanesa en el Paraguay, uno de sus principales socios diplomáticos a nivel mundial, en un momento de mucha presión para la isla en varios sentidos de parte de China Continental.
Esta es una situación que debe cambiar sustancialmente y este es un momento decisivo para que esto ocurra. Necesitamos una lógica de cooperación con Taiwán diferente a la que venimos desarrollando desde hace décadas, vinculada siempre a donaciones.
Eso podrá continuar en el marco de la cooperación en distintas áreas, pero el foco debe estar en la atracción de inversiones de Taiwán hacia el Paraguay.
Deberían ser nuestros socios estratégicos en el desarrollo e inversión en áreas como energía renovable, producción de hidrógeno, movilidad eléctrica, etc., solo por citar algunos entre tantos otros en donde el desarrollo tecnológico de Taiwán puede generar grandes posibilidades en Paraguay.
En fin, Taiwán es una ventana de oportunidad que debemos aprovecharla mejor, en beneficio de ambos países.