El caso del diputado José María Ibáñez evidencia tanto la debilidad institucional como lo que hace a la carencia de cultura democrática, tanto de nuestras autoridades como de la sociedad misma. A casi 30 años de democracia ininterrumpida, estos casos flagrantes de corrupción pública nos obligan a pensar el tipo de democracia en la cual vivimos.
En relación al tema, la ciencia política ha enfatizado desde mediados de la década del 90 en los estudios sobre calidad de la democracia. Una vez consolidados los regímenes democráticos en América Latina, la preocupación por su vigencia y mantenimiento llevó a la academia a reflexionar, sobre las características sustantivas y el rendimiento de las democracias.
En este sentido, se plantearon estudios con visiones “más realistas” sobre las mismas. Es así que surgen nuevos conceptos para caracterizarlas, tales como “democracias híbridas” (Malloy, 1993) o “democracias delegativas” (O´Donnell, 1991). Estas caracterizaciones enfatizaban en la coexistencia de procedimientos electorales democráticos y estilos decisores autoritarios. Otro concepto acuñado fue el de “enclaves autoritarios” (Garretón, 2000) que destacaba legados más severos relacionados a la institucionalización de rasgos autoritarios que limitaban la soberanía popular y el estado de derecho.
A fin de caracterizar la democracia paraguaya, considero que el concepto de democracia delegativa es interesante de analizar. Las delegativas son democracias de baja calidad en las que el ciudadano emite su voto, y a partir de ese momento es ignorado hasta la siguiente elección, carecen de medios para controlar la corrupción y el mal gobierno, y finalmente son democracias en las que no existen instituciones realmente capaces de garantizar la rendición de cuentas interinstitucional. Los países que pueden agruparse bajo esta tipificación son, al mismo tiempo, los que muestran democracias de inferior calidad: El Salvador, Guatemala, Paraguay, Nicaragua y Venezuela.
Esta afirmación se refleja en las mediciones internacionales sobre democracia, entre otras, la encuesta Latinobarómetro, que, según datos del 2017, confirman la profunda debilidad institucional de la democracia paraguaya. Tanto el Poder Judicial como el Poder legislativo tienen los más bajos índices de credibilidad ciudadana, siendo los casos de Paraguay, Perú y Brasil los peores de la región. Respecto a quiénes gobiernan el Estado, la encuesta confirma la creencia que en Paraguay se “gobierna para unos pocos”
Al respecto, plantea Guillermo O´Donnell que la distinción principal entre democracias delegativas y democracias representativas se encuentra en el componente de la rendición de cuentas. En las democracias institucionalizadas, la rendición de cuentas funciona de manera vertical, autoridades electas responsables frente al electorado que las votó, y horizontal; a través de una red de instituciones relativamente autónomas, con capacidad efectiva de revisar y sancionar las irregularidades cometidas en el ejercicio de la función pública.
La representación y la rendición de cuentas llevan en sí la dimensión republicana de la democracia, que implica la distinción clara, entre los intereses públicos y privados de quienes ejercen cargos públicos.
Teniendo en cuenta estas reflexiones, viendo casos de corrupción pública notorios, como el que involucra al diputado Ibáñez, la debilidad total de un sistema institucional que obligue a funcionarios públicos a la rendición de cuentas y el desprecio ciudadano sobre los poderes del Estado y sus instituciones, debemos asumir que la democracia paraguaya seguirá siendo de baja calidad, beneficiando a los mismos grupos de poder históricamente favorecidos, en detrimento del colectivo social sumido en la desigualdad, la exclusión y la pobreza.
(*) Abogado, docente e investigador. Director del Departamento de Ciencias Sociales UCA.