29 mar. 2024

Huyendo de Venezuela, los migrantes también luchan en el extranjero

La hiperinflación, los cortes diarios de energía y el empeoramiento de la escasez de alimentos están impulsando a huir a aquellos con menos recursos para probar suerte en casi cualquier lugar.

Huida.  Cruzar la frontera con Colombia sin ser detectados es una tarea difícil para los venezolanos que buscan una mejora.

Huida. Cruzar la frontera con Colombia sin ser detectados es una tarea difícil para los venezolanos que buscan una mejora.

REUTERS
VILLA DEL ROSARIO-COLOMBIA

Las cañas a lo largo del río Táchira crujen cada pocos minutos. Los contrabandistas, en un número cada vez mayor, emergen de la maleza con un grupo de migrantes venezolanos: hombres que avanzan portando maletas destrozadas, mujeres que abrazan bultos en frazadas y escolares que llevan mochilas.

El grupo cruza las rocas, se adentra en el río y atraviesa la fangosa corriente hacia Colombia. Esta es la nueva migración de Venezuela.

Por años, a medida que empeoró la actual crisis económica del país, cientos de miles de venezolanos –aquellos que podían permitirse viajar en avión y autobús– huyeron a otros países lejanos y cercanos, donde muchos rehicieron sus vidas como migrantes legales. Ahora, la hiperinflación, los cortes diarios de energía y el empeoramiento de la escasez de alimentos, están impulsando a huir a aquellos con menos recursos, quienes desafían la dura geografía, a los criminales y a las cada vez más restrictivas leyes migratorias, para probar suerte en casi cualquier lugar.

En las últimas semanas, Reuters habló con docenas de migrantes venezolanos mientras cruzaban la porosa frontera occidental de su país hacia la esperanza de una vida mejor en Colombia y más allá.

Pocos tenían más que el equivalente a un puñado de dólares en sus bolsillos. “Es una vaina tremenda, pero la necesidad obliga”, dijo Darío Leal, de 30 años, relatando su viaje desde el remoto estado costero de Sucre, donde trabajaba en una panadería que pagaba el equivalente a unos 2 dólares al mes.

En la frontera, Leal pagó a los contrabandistas casi tres veces más para cruzar y luego se preparó, con alrededor de 3 dólares restantes, para caminar los 500 kilómetros restantes hasta Bogotá, la capital de Colombia. Los contrabandistas, a su vez, pagaron una comisión a las bandas de delincuentes colombianas que les permiten operar, según la policía, los residentes locales y los propios traficantes.

El éxodo, una de las migraciones masivas más grandes jamás vividas en el continente, está poniendo mayor presión sobre los países vecinos.

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