EFE
Madrid-España
La ostentación de los Borgia en sus manjares, la mesa como lugar de encuentro para Juan Pablo II o la actitud quisquillosa de los papas respecto a la comida son temas del libro “Los secretos de la cocina del Vaticano”, de la española Eva Celada, quien dice que Benedicto XVI es un sibarita.
Cada pontífice ha mantenido una relación diferente con la comida, pero lo común suele ser que se instaure un estilo gastronómico en función del país de origen del papa, aunque hay mucha “tradición italiana” porque la mayoría de los pontífices han sido de esa nacionalidad.
Celada dedicó dos años a investigar para “meterse en todos los rincones” de la tradición culinaria de la Corte Papal –incluso llegó a visitar la cocina del Vaticano–, y aseguró que ha encontrado “muchas dificultades” debido al secretismo de la Santa Sede en lo referente a la vida privada del papa.
Durante el papado de Juan Pablo II (1978-2005) “se comía mucha comida polaca en el apartamento privado cuando tenía invitados de su país”, declaró la autora a EFE.
MUCHA DIFERENCIA. Hay muchas diferencias entre Juan Pablo II y Benedicto XVI, ya que el primero “era muy cercano” y entendía la comida como “lugar de encuentro”, mientras que el segundo prefiere comer solo.
El actual papa es “más entendido a nivel culinario”, un poco “sibarita”, sin embargo Juan Pablo II “era de comer más cantidad, pero no disfrutaba tanto de la gastronomía”, aseguró Celada.
Las comidas preferidas de Benedicto XVI son “el helado de mandarina y la tarta de manzana”, no bebe alcohol, merienda siempre café y “casi no cena”, y si lo hace es de forma frugal, tomando sopa de sémola o un poco de fruta.
“Los papas comen fenomenal, de lo mejor”, siempre supervisados por su médico personal, que les controla la dieta, pero no es muy estricto porque son personas mayores que “disfrutan de la comida”, explicó la autora.
En el Vaticano suelen usarse todo tipo de alimentos, “menos los excesivamente picantes o los que puedan no sentarles bien: no se toman insectos ni cosas muy orientales”, aclaró Eva Celada.
La autora sostiene que la comida ha cambiado mucho en el Vaticano, que hoy día la elaboran las monjas que cuidan al papa, a excepción de la cocina de representación para ocasiones especiales, que se elabora en la residencia papal de Santa Marta.
A pesar de la pompa de estos menús de ocasión, según Celada, “no son más ricos ni mejores que los que toma el papa en sus apartamentos privados”.
Los menús más recurrentes de los últimos papas siguen las nuevas indicaciones gastronómicas: “mucho pescado, muchas verduras, frutas tropicales; la dulcería era y es exquisita, pero un poco más suave, rebajada de azúcar, con otras connotaciones”.
En el libro también hay espacio para las anécdotas, como aquella en la que Juan Pablo II dijo en su cena de coronación, al ver el excelente menú dispuesto: “no haberse molestado, con que me hubieran dado pizzas y pasta me hubiera valido”, relato la autora.
Contra las armas de juguete
El papa Benedicto XVI elogió ayer esfuerzos para desalentar el uso de armas de juguete por niños. En su comparecencia semanal desde la ventana de su estudio en la Plaza de San Pedro, el pontífice se refirió entre la muchedumbre a un grupo de peregrinos del sur de Italia que están promoviendo una campaña llamada ''Cambiar el juego’’. ''Ellos han llamado a los niños a abandonar las armas de juguete’’, dijo el Papa del grupo del poblado de Lecce. ''Los felicito por esa iniciativa y me gustaría ampliar el pedido: ¡Protejamos a la niñez del contagio de la violencia!’'. En su homilía durante la Misa del Gallo, Benedicto llamó a los fieles a trabajar por el respeto a la dignidad de los niños, y lamentó que niños en algunas partes del mundo son forzados a combatir como soldados.