24 jun. 2025

Festival de la hipocresía

¿La ciudadanía identifica y castiga a la prensa que manipula, tergiversa?

En esta tierra de mitos y leyendas, de tendotases y mesías, la hipocresía y la zalamería son deportes nacionales. No existe coherencia entre lo que se predica y lo que se hace. Así, muchos políticos y empresarios que en foros nacionales o en reuniones privadas critican la corrupción no dudan en asistir a cuanta reunión social se organice –léase 15 años o casamientos– para hacer ostentación de la riqueza malhabida. Quizás los Víctor, Bernal y Bogado, puedan hablar con autoridad sobre esta materia.
Pero es a la hipocresía a la que quería referirme y no precisamente a la ostentación. El consumismo cada año va imponiendo fechas para agasajar, regalar o festejar, con un sentido eminentemente comercial, disfrazado de un falso reconocimiento que en ocasiones resulta hasta irritante.
La reflexión viene a propósito de la reciente recordación del cada vez más festejado y ruidoso “Día del Periodista”. Menos mal que en esta fecha no se hacen discriminaciones; por ejemplo, entre buenos y malos, porque de ser así en el gremio hay cada espécimen que por ellos sería mucho mejor ignorarnos.
Ese día me cupo estar alejado del trajín diario y me brindó la oportunidad de leer detenidamente las numerosas salutaciones que instituciones, empresas e individualidades hicieron llegar a la Redacción y de manera particular. Salvo las excepciones –que se agradecen–, fue un festival de hipocresía.
¿Realmente la sociedad está reconociendo la buena prensa, y a los buenos periodistas? ¿Están los anunciantes cumpliendo con su responsabilidad social de ayudar a construir un mejor país, pautando en aquellos medios, y con periodistas, que cumplen su función social, con responsabilidad y seriedad? ¿La ciudadanía identifica y castiga a la prensa que manipula, tergiversa?
Los periodistas –en medio de nuestras equivocaciones, nuestras limitaciones y hasta de nuestra mediocridad– mucho han hecho por la consolidación de los valores democráticos y por frenar la desmedida ambición de una clase dirigente que ignora a la ciudadanía y desprecia el futuro de este país. De no ser por la crítica y la denuncia constantes, seguro los índices de corrupción hubiesen sido más elevados y, consecuentemente, habría más pobres, enfermos e ignorantes.
Quizás nos merezcamos nuestro día y, más adelante, el reconocimiento sincero de la sociedad y sus autores. Por ahora preferiría que esta fecha sea propicia –insisto– para una evaluación interna y una autocrítica.