El agua, que simboliza la regeneración de la vida espiritual, porque es el principio de la vida nueva y de purificación, es su santo remedio. Con ella humedece su cuerpo en busca de alivio y, cuando el dolor se vuelve más intenso, apela a los sorbos. “Jaraha aína, dos litros agueraha, ovaléma upéa. Aretereíma arekóta, ha’u haguã ha ajepetepa che rehe. Che kangue rasypáma avei ha pea che alivia, upévare agueraha heta”.
Visitar el Ykua, ubicado a escasas cinco cuadras del santuario, es una experiencia religiosa habitual en Caacupé. Después del santuario, el pozo de la Virgen es el segundo lugar más concurrido cada 8 de diciembre, día de la festividad de la Inmaculada Concepción. En esa jornada, llegar a los grifos de agua bendita es casi una misión imposible.
“Nos adelantamos para rezar por mi nieto que viaja a Haití, para que vuelva sano y salvo”, dice la abuela Angélica, mientras recorre el pozo que en la antigüedad era llamado Ykua Rivas, en recuerdo de una familia del vecindario diezmada durante la Guerra de la Triple Alianza. El Ykua se encuentra dentro del predio de una pequeña iglesia, réplica del antiguo templo de Caacupé, que existiera antes de la construcción del santuario.
alejar espíritus. La fe mueve a María Teresa Ocampo hasta el pozo de Caacupé. Bautizar otra vez a su hijo Lucas de tres meses es su cometido y todo por una promesa. Ni la elevada temperatura ni la aglomeración de fieles frenaron a su familia.
“Creo que el agua hace bien a las personas, por eso le traje a mi hijo de tres meses. Cuando estaba embarazada prometí estar acá un día con mi hijo, por eso estamos acá hoy”, cuenta la madre sanlorenzana mientras seca el rostro de su pequeño.
Gladys Ramírez, de la colonia Thompson, se refresca el rostro, pide bendiciones y da gracias a la Virgen Azul. “Por los favores recibidos”, recita en compañía de sus hijos. La feligresa cree en imposibles. “El agua de la Virgen es milagrosa, depende de la fe de cada uno para hacernos milagros”.
Para los marianos católicos, fervientes seguidores de la Virgen de Caacupé, visitar el Ykua sigue siendo una experiencia religiosa. Van con confianza a regarse partes del cuerpo con la fe puesta en la sanación. Otros optan por visitar el lugar sagrado para cargar botellas y más botellas de agua de la Virgen, que luego les servirán para alejar las malas ondas.